Los cubanos están acostumbrados a que nunca los inviten a ningún evento ni les permitan participar en organizaciones que sean controladas por el Gobierno gringo, es decir, casi todas.
El veto de EEUU a la idea de que la isla caribeña fuera invitada a la VI Cumbre de las Américas a celebrarse este mes en Colombia, obligó a Santos a viajar a La Habana para pedir disculpas por el desaire que los dueños del mundo le están obligando a hacer. Para variar, lo que no le agrada a los norteamericanos ni a los israelíes, aunque el resto de las naciones lo apruebe, pasa por debajo de la mesa.
Cada vez que una escucha la estulticia de que la gente en Cuba come poco o que no tiene acceso a bienes de consumo, como los que tienen alienada a nuestra población, se le viene a la cabeza la frase que ronda por ahí y que reza que la ignorancia debiera doler. Pocos saben, y menos aun comprenden, que Cuba ha sobrevivido con sus propios recursos a casi cinco décadas de despiadado bloqueo que le impide comerciar con quien le dé la gana. A los que hablan tonterías de la “escasez” y las penurias del pueblo cubano, no se les ocurre pensar qué sucedería con nosotros, por ejemplo, si nos hicieran algo similar. Terminaríamos comiendo petróleo.
Pero Cuba ha salido adelante y ha logrado evidentes progresos que no son necesarios de enumerar. No ha requerido pertenecer a la OEA para que el patético organismo de desintegración americana le dé el visto bueno a su política económica o de relaciones internacionales. De hecho, el anacronismo de las líneas que se dictan en Washington en relación con la Organización de Estados Americanos es una de las razones que han hecho que pierda notorio espacio y fuerza, y que surjan otras instancias de convergencia como son la Alba o la Unasur.
Estados Unidos sigue sin comprender lo que está pasando en su “patio trasero”. Continúan de espaldas a Latinoamérica y creen que pueden seguir gobernando el continente con las viejas políticas de la Alianza para el Progreso o los renovados Tratados de Libre Comercio, sin percatarse siquiera de que hoy hay otras realidades de las que ellos están fuera.
No estamos seguros de cuál va a ser la posición de Venezuela en torno a la nueva exclusión de la que es objeto la isla caribeña, por lo menos hasta el momento de escribir estas líneas. Si lo que adelantó Correa, en el sentido de que los países de la Alba no asistirían a la Cumbre si Cuba no va, se cumple, entonces no deberíamos estar presentes. Venezuela ha sido abanderada en las luchas por los nuevos procesos de integración. Pero si, como sospechamos, la visita de Santos a La Habana fue para continuar la pantomima de la conciliación colombo-venezolana, ya imaginamos a Maduro sentado en Cartagena.
Sabemos muy poco, por no decir nada, de relaciones internacionales, de diplomacia, de pactos o de acuerdos regionales que supeditan los principios ideológicos a los intereses económicos o políticos. Estamos claros. Pero sí estamos seguros de que si no es en esta ocasión, pronto llegará el día en que Cuba ocupe su puesto donde le corresponde. Estados Unidos, con todo su poder, no podrá seguir escribiendo la historia como le dé la gana, porque ya los pueblos de este lado del mundo están empezando a mover la máquina para coger hacia otra parte, bien lejos de ellos.
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