Nuestro exilio ha sido largo, muy largo. Salí de Cuba siendo poco más que niño y en unos días cumpliré mis 70 años. Los cubanos llevamos 56 años esperando nuestro momento que no acaba de llegar. Por lo general se entiende que una generación abarca un lapso de 25 años, así que cada vez que transcurre ese lapso, estamos frente a una nueva generación y si la aritmética no me falla, el Castrismo lleva 2.24 generaciones en el poder. La mayoría de los actuales líderes de grupos opositores no habían nacido cuando Fidel Castro asumió el poder en Cuba.
Haciendo un poco de historia, después del derrocamiento de la Dictadura de Fulgencio Batista, Fidel Castro, que lideraba unos de los muchos grupos que se habían alzado contra el gobierno de Batista para lograr restablecer el orden constitucional en Cuba, supo adueñarse del mando y así nace la Revolución Fidelista.
Ya con el mando, se dedicó a implantar su Marxismo en Cuba, expropiando todas las empresas privadas, persiguiendo a los religiosos, eliminando la educación privada, etc. El gobierno se hizo dueño de todo, pero sobre todo de las mentes de la mayoría del pueblo cubano. Tras la crisis de los misiles de Octubre de 1962 el futuro de Cuba quedó sellado, y la revolución era todo y se acuñó la frase “dentro de la revolución todo y fuera de la revolución nada”.
Pero desde el principio comenzó la oposición al castrismo. Y el castrismo de entonces era implacable. Las condenas a muerte se emitían continuamente pues para el castrismo, la vida no valía nada. Entre 1959 y 1964 fueron fusiladas 3013 personas en Cuba. Las condenas a prisión eran largas y era común las sentencias a 20 y 30 años de cárcel. Los opositores fueron prácticamente exterminados y miles de cubanos salieron de Cuba comenzando un éxodo que todavía no termina. Una vez derrotada la Brigada 2506 en las playas de Girón, Fidel Castro declaró que era Marxista-Leninista y lo sería hasta el último día de su vida.
Así comienza el exilio histórico, integrado por aquellos que tuvieron que salir de Cuba para salvar su vida en esos primeros años de la revolución. Durante los 56 años de castrismo no ha cesado de haber personas fusiladas o condenadas a largas penas de cárcel, pero la información no fluía como sucede ahora gracias a los avances tecnológicos.
Hay que entender los sufrimientos de esas personas que conforman el exilio histórico para entenderlos. Ellos en su momento, sufrieron la represión más fuerte, las torturas más horribles, las humillaciones mayores, y eso no se olvida. Pasaron los mejores años de su vida en las mazmorras castristas. Eso se les debe reconocer y se debe valorar.
Hoy, cinco décadas más tarde, se continúa tratando de lograr un cambio en Cuba. Surgen nuevas generaciones de opositores y se integran nuevos grupos y movimientos.
La diferencia fundamental entre los opositores históricos y la nueva generación de opositores es que mientras los primeros fueron educados y formados en la Cuba libre de antes con acceso a todo tipo de información, los segundos fueron sometidos a un continuo lavado de cerebro, se les proporcionó información manipulada y deformada de la historia de Cuba y del mundo, y eso hace que piensen diferente o no entiendan algunas cosas. Esto es algo que ni unos ni otros razonan pero es real. Incluso líderes de diferentes grupos manejan diferente información porque el gobierno castrista desinforma y deforma la realidad y es muy hábil para ello.
La resultante es que a pesar de todo lo que hemos pasado los cubanos durante 56 años, seguimos criticándonos entre nosotros mismos. No aprendemos a unirnos en lo esencial y aquí debemos aprender de los venezolanos que lograron una victoria electoral porque en la MUD se sentó toda la oposición y guardó las diferencias entre ellos para mejor momento. ¿Lograremos hacer eso los cubanos?
Por eso yo he mantenido la posición personal de apoyar a todos los que hacen algo por Cuba, y promover que guardemos nuestras diferencias para una Cuba libre. Pero a veces siento que eso es imposible. Seguimos atacándonos entre nosotros, olvidándonos de que el verdadero enemigo es el castrismo.
Yo he recibido muchos insultos por mi activismo político. No puedo olvidar los que recibí el día que Raúl Castro y Obama anunciaron el comienzo del deshielo. Independientemente de si la medida me pareciera buena o mala, recibí algunos de los peores insultos que he recibido en mi vida por parte de una persona que manejaba una organización caritativa para ayudar a los cubanos pobres y a quien yo ayudaba consistentemente. De ser “Jorge, tú siempre eres el primero”, me convertí en Satanás y eso, a pesar de que yo no influí para nada en la decisión. Ojalá hubiera tenido ese poder.
También por el contenido de algunos de mis artículos orientados a buscar una reconciliación entre los cubanos, fui atacado e insultado. Los ataques “razonados” no molestan, pero los insultos sí. La venganza y el odio no tienen cabida. La justicia sí.
Y cuando recientemente decidí apoyar activamente a un movimiento político recibí otra oleada de críticas e insultos. Nunca he estado de acuerdo en que se utilicen términos denigrantes o ataques personales hacia otras organizaciones o personas. Debemos saber discrepar pero con razones, no con insultos o con mentiras. A veces se repite tanto una mentira que las personas acaban creyendo que es verdad. Muchos insultos y críticas he recibido por mi activismo cuando solo aprovechaba el pluralismo que la democracia permite y promueve. Nadie debe ser insultado por pensar diferente. Eso es lo que los comunistas hacen en Cuba y eso no lo debemos hacer nosotros.
Disfruté ver a Sonia Garro y al Sexto libres y marché junto a ellos, mientras otros seguían criticando mi democrática decisión de pertenecer a otra organización.
Cuando escribí una columna criticando la poca gente que participó en un evento frente al Versailles y tratando de crear conciencia de participación recibí críticas e insultos por parte de otras personas a las que también ayudé en su momento.
Todo eso se va acumulando y llega el momento en que cae la gota que derrama el vaso. Se me hizo absurdo seguir recibiendo críticas y de ver críticas a otros, recibiendo insultos y filípicas de gente a quien aprecio. Y todo esto en medio de mi salud que no está todo lo bien que debe.
Por eso decidí abandonar el activismo político en toda organización y limitarme a escribir esta columna que ustedes leen ahora. Y anticipo que escribiré libremente. No contestaré insultos, pero estoy abierto a discutir razones.
Invito a los activistas y opositores a dejar de criticarse y a unirse en lo esencial para lograr la libertad de Cuba. No les pido que piensen igual, sino que cada quien haga lo suyo y cuando sea necesario, busquen consensos. El fin es el mismo: La Libertad de Cuba.
Y todo, siempre con respeto, porque Cuba merece que nos respetemos.