Tal paso fue otra muestra del rumbo adverso en el que se encuentran los nexos bajo la administración de Donald Trump al compararlos con el camino que se abrió el 17 de diciembre de 2014, cuando los gobiernos de ambos países anunciaron la decisión de iniciar un proceso de normalización de relaciones.
El entonces presidente cubano, Raúl Castro, resaltó la disposición de sostener con la parte norteamericana 'un diálogo respetuoso, basado en la igualdad soberana, para tratar los más diversos temas de forma recíproca, sin menoscabo a la independencia nacional y la autodeterminación de nuestro pueblo'.
A su vez, el antecesor de Trump en la Casa Blanca, el demócrata Barack Obama, manifestó ese día que Estados Unidos estaba modificando 'sus relaciones con el pueblo de Cuba y realizando los cambios más significativos en nuestra política en más de 50 años'.
Pondremos fin a un enfoque anticuado que durante décadas no ha podido promover nuestros intereses, expresó el exmandatario, quien en marzo de 2016 se convirtió en el primer presidente estadounidense en visitar la isla vecina en casi 90 años.
Además de ese importante hito, Cuba y Estados Unidos restablecieron sus relaciones diplomáticas el 20 de julio de 2015 y reabrieron embajadas, y hasta la salida de Obama del poder alcanzaron 22 instrumentos bilaterales en áreas de interés común.
De igual modo, aumentaron los vínculos culturales, académicos y científicos, entre otros, y se disparó el número de visitantes estadounidenses a la isla, pese a que continuaron las restricciones de Washington que evitan a los norteamericanos ir a la isla como turistas.
Tal panorama cambió tras la llegada de Trump a la presidencia el 20 de enero de 2017, fundamentalmente después del 16 de junio de ese año, cuando en un discurso en Miami, Florida, el gobernante republicano dijo que el rumbo de su administración con respecto al territorio vecino sería muy diferente al del ejecutivo previo.
A pesar de que sondeos sobre el tema mostraron el apoyo mayoritario del pueblo estadounidense a la normalización de los nexos, y de los llamados de diversos sectores a continuarla, Trump firmó el Memorando Presidencial de Seguridad Nacional sobre el Fortalecimiento de la Política de Estados Unidos hacia Cuba.
Tal documento anunció restricciones adicionales a los viajes de los norteamericanos al territorio caribeño y más obstáculos para las transacciones económicas, comerciales y financieras entre los dos países.
Las nuevas limitaciones se concretaron el 9 de noviembre del pasado año, pues en esa fecha se estableció que las personas sujetas a la jurisdicción norteamericana tenían prohibido realizar transacciones financieras directas con unas 180 entidades y subentidades cubanas, incluyendo grupos empresariales, hoteles, agencias de viaje y marinas.
El 14 de noviembre último el Departamento de Estado aumentó a 205 las entidades y subentidades cubanas fuera del alcance de los norteamericanos, e indicó que continuará actualizando la lista de forma periódica.
A todo ello se suma que en el otoño de 2017 el Gobierno norteamericano retiró a la mayor parte del personal de su embajada en La Habana, suspendió la emisión de visas de inmigrantes y no inmigrantes, y expulsó a 17 diplomáticos cubanos de esta capital.
Tales medidas se adoptaron bajo el argumento de problemas de salud reportados por funcionarios estadoundienses en la isla, a los que la administración Trump tilda de ataques aun cuando tras más de un año y medio de investigaciones, se desconocen las causas o responsables de lo sucedido.
En marzo de este año, el Departamento de Estado dio a conocer que mantendría de forma indefinida la reducción del personal de su embajada en La Habana, y la semana pasada el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos anunció el cierre permanente de su oficina en esa capital.
A pesar de todo ese contexto, muchos sectores norteamericanos y personas solidarias con la isla se niegan a dar marcha atrás y ratifican su deseo de mejores lazos, como ocurrió en septiembre último durante la participación del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, en la Asamblea General de la ONU.
Como parte de esa visita a la ciudad estadounidense de Nueva York, el mandatario desarrolló una amplia agenda que incluyó encuentros con miembros del Congreso, ejecutivos de compañías tecnológicas, empresarios agrícolas y de la industria del turismo y los viajes, figuras del mundo del arte y cubanos residentes en Estados Unidos.
Fue muy emocionante cuando la anterior administración comenzó a abrir las puertas y creo que ahora ya no se pueden cerrar todas, expresó en ese momento la reverenda Joan Campbell tras dialogar con Díaz-Canel junto a otros líderes religiosos.