El otro día, mi suegra viene y me dice:
—Como que el niño no sabe beber con “ese aparato que tiene”, le he dado agua con una cucharilla y no veas lo contento que se ha puesto.
Si es que a veces nos complicamos la vida de mala manera. ¿En qué momento substituí el objetivo principal “calmar la sed del niño” por el secundario “que el niño beba del botijo ergonómico”?
Me gusta el progreso y todos los avances que existen para mejorar la calidad de vida de adultos y pequeños, pero muchas veces me pregunto:
¿Y cómo se lo hacían cuando estaban en las cuevas?
Está claro que es mil veces mejor poderse dar una buena ducha con agua caliente a día de hoy, que bañarse en un río con placas de hielo durante el paleolítico. También sé que cuando mi hijo sea algo mayor, estas súpertazas antigoteo me vendrán de perlas para que no se derrame el agua por toda la casa. Pero mi suegra y su cucharilla me han demostrado que por más que en la etiqueta diga “a partir de los 6 meses”, las soluciones de antaño son más que respetables y algunas veces, mejor adaptadas.