Cudillero

Por Esperanza Redondo Morales @esperedondo

29 de diciembre de 2008. Salimos de Madrid en dirección a Asturias; este año hemos decidido pasar la Nochevieja de forma diferente, sin los agobios de las campanadas, los cotillones, los sitios llenos de gente y las prisas, así que nos hemos decantado por dedicarnos al relax junto con un poco de turismo rural. El lugar elegido para nuestro campamento base es Casa Bego, unos apartamentos situados en la pequeña localidad de Valdredo, a unos 8 kilómetros de Cudillero.
A pesar de que la carretera está en obras y al GPS le cuesta un poco orientarse, conseguimos llegar a Valdredo sin demasiada dificultad. Al llegar a nuestro apartamento, la dueña nos cuenta que vamos a estar toda la semana solos, ya que no ha habido más gente que se animara a pasar allí estos días navideños. Después de dejar las maletas y demás trastos, echar un vistazo a nuestra "casita" y descansar un poco, nos ponemos en marcha, buscamos un sitio donde comer y tras reponer fuerzas ponemos rumbo a Cudillero.

Los dos conocíamos Asturias pero siempre habíamos estado en la zona oriental, y este fue uno de los motivos de inclinarnos esta vez por el occidente asturiano. De todas formas, la entrada "triunfal" en Cudillero fue un poco traumática porque como no lo conocíamos, no teníamos ni idea de que se pudiera entrar por dos sitios diferentes; y nuestro GPS nos llevó por el al parecer más complicado: de repente nos vimos en calles cada vez más estrechas, y tuvimos que acabar plegando los retrovisores para poder caber. Pasamos un poco de mal rato pero finalmente llegamos al puerto y, después de soltar el coche allí, nos acercamos a la oficina de turismo que hay justo enfrente y pedimos un plano de la ciudad.
Cudillero cuenta, por su disposición arquitectónica y por su ubicación, con un conjunto en el que todas las casas se encuentran superpuestas unas sobre otras, aprovechando cada rincón de la mejor manera posible; es decir, como si las casas fueran los palcos y la plaza de la Marina el escenario de un teatro. Una de las cosas más llamativas del llamado anfiteatro, que está catalogado como conjunto histórico artístico, es el colorido de las casas, principalmente sus ventanas y sus aleros.

Desde el anfiteatro nos dirigimos hacia el faro, que se encuentra a la derecha del puerto antiguo si nos situamos de frente al mar, en la llamada Punta Roballera, sobre un acantilado de más de 75 metros de altura. Se puede llegar hasta él por un paseo peatonal que encontramos en el propio puerto. Lo que no pudimos fue acercarnos hasta allí; supongo que en verano el paseo estará abierto, pero en invierno lo deben de cerrar, imagino que en previsión de que por ejemplo pueda venir de repente una ráfaga de aire o algo así.
En esta parte baja de la ciudad decidimos comenzar la ruta de los miradores, que consiste en desviarse entre las callejuelas, en sentido ascendente, para lo cual seguimos la senda que está indicada con una barandilla de color azul. Esta barandilla nos guía, a través de los miradores que hay en el casco antiguo, por una senda que tiene algo más de 4 kilómetros. A lo largo del recorrido hay áreas de descanso, cobertizos, fuentes de agua potable y planos de señalización que nos indican en qué lugar nos encontramos. Además, lógicamente encontramos los miradores propiamente dichos; algunos de ellos son los de El Pico, Cimadevilla, La Garita-Atalaya y El Contorno.

Desde los diferentes puntos de la ruta de los miradores podemos ver, en la zona del anfiteatro, la iglesia de San Pedro, de estilo gótico-renacentista y que data del siglo XVI. Otros edificios notables en Cudillero son su edificio más antiguo, la capilla del Humilladero, que se construyó durante el siglo XIII y a cuyo Santo Cristo se encomiendan desde tiempos inmemoriales los marineros, especialmente en los días de marejada; y el ayuntamiento, construido a mediados del siglo XIX en el solar donde antiguamente se encontraba la fortaleza medieval de la familia de los Omaña (que la verdad es que no tego muy claro si en realidad son originarios de León o qué, porque a mí Omaña me sonaba únicamente por ser una de las zonas de esta provincia).

Cuando llegamos a lo más alto del paseo, al final de la ruta de los miradores, ya estaba empezando a atardecer y pudimos ver el faro desde aquí, y también a los barcos que empezaban a regresar de su jornada de pesca. Lo que no llegamos a ver fue el momento posterior, en el que la gente va a la lonja para ver la venta del pescado. Salimos de Cudillero, esta vez por la carretera buena, sin sustos ni sobresaltos ni retrovisores plegados, y volvimos a nuestro campamento para cenar, descansar un rato y continuar nuestra ruta turística al día siguiente.
Fotografías: Juan Martínez Jarque.