Se han cumplido ya dos años desde que llegué a Japón. Se dice pronto, pero es el periodo más largo que he pasado nunca viviendo en un país extranjero.
Llegué aquí para investigar con una beca del gobierno japonés en la Universidad de Tsukuba, prefectura de Ibaraki. Fui muy afortunado de conseguir esta beca y estoy intentando aprovecharla al máximo, pero siendo totalmente sincero, aunque mi trabajo de investigación ha tenido buenos resultados y más o menos me gusta lo que hago, en ocasiones no encuentro la motivación que necesito. Quizás sea porque aquello que investigo parece no ir a ningún lado ni en realidad contribuye a hacer un mundo mejor. Es por ello que, después de un año como investigador, en abril de 2011 centré mis esfuerzos en estudiar un master aprovechando mi estancia en la universidad, con el propósito de especializarme en Risk Engineering y completar así mi formación académica. Los contenidos del master me parecían interesantes y, a mi juicio, mejorarían mis perspectivas de acceder a un buen puesto de trabajo en el futuro.
Este mes de abril he comenzado el segundo año del master. Durante el curso pasado me matriculé de todos los créditos opcionales, por lo que este curso no es necesario que vaya a clases de ninguna asignatura, sólo tengo que asistir al seminario del departamento y al seminario del laboratorio. El resto del tiempo debo dedicarlo a mi proyecto de investigación, que culmina con la presentación de una tesis al final del master. Para ello, antes es necesario conseguir una publicación académica, un requisito que ya he cumplido. Así pues, no parece que vaya a tener mucha presión este año. Tengo tiempo para terminar mi trabajo y pensar en lo que viene después, cuando termine la beca en marzo de 2013.
Me apetece trabajar. He extendido la beca un año más para poder terminar el master, y podría extenderla más para hacer un doctorado, pero no quiero seguir estudiando. Con 29 años quiero empezar una carrera profesional, afrontar retos y sentirme útil, en definitiva, madurar. Me queda todavía un año por delante, pero ya comienza la cuenta atrás para buscar trabajo. Disponiendo de tanto tiempo me gustaría hacer bien las cosas y pensar detenidamente dónde quiero que transcurra la siguiente etapa de mi vida.
Para decepción de mis amigos y familiares, volver a España queda descartado. A estas alturas casi no hace falta dar explicaciones, pero entenderéis que, con la crisis de desempleo actual, el país no necesita un joven parado más que engrose las listas del INEM. Quizás me anticipé a los acontecimientos, pero si soy expatriado no es sólo por capricho. El desempleo es un drama que ya me tocó vivir durante los primeros meses de 2009 y por el que no estoy dispuesto a pasar de nuevo. En la vida puede uno sentir una frustración tan grande como la de regresar a tu propio país después de trabajar en el extranjero y ser incapaz de conseguir un empleo. Conseguí salir de aquella situación pero viendo el percal me volví a marchar y ahora ya sí que es inevitable, formo parte de esa generación de jóvenes ingenieros que dedicaron varios años de su vida a sacarse un título para terminar buscándose las castañas en otro país. Un panorama muy desalentador que mis padres probablemente no contemplaron el día que me animaron a estudiar una carrera universitaria. En fin, qué os voy a contar a muchos de tiempos difíciles que no sepáis.
El caso es que por una u otra terminé regresando al Lejano Oriente y estoy aquí para quedarme, así que será aquí donde encuentre trabajo.
La primera opción es trabajar en Japón, parece lo más inmediato ya que si todo va bien me graduaré en una universidad nacional japonesa. Sin embargo, el salto al mundo laboral no es tan fácil para los estudiantes internacionales. En el sector de la ingeniería los japoneses están muy preparados y es difícil competir.
La barrera del idioma es otro problema importante, y me encuentro en cierta desventaja. Llevo dos años estudiando japonés, aunque sin dedicarme a ello de forma exclusiva ya que he tenido que investigar en el laboratorio y estudiar las asignaturas del master. De acuerdo que soy capaz de vivir el día a día con normalidad, incluso mantener una conversación coloquial, pero de ahí a ser capaz de moverme en un ambiente de trabajo con japoneses hay mucha diferencia. Y lo digo con conocimiento de causa, no os creáis. Antes de plantearme cualquier alternativa, hace unos meses quise tantear las posibilidades de encontrar trabajo aquí en Japón y comprobé que sin un buen nivel de japonés no llego a ningún lado. En febrero acudí a varios seminarios de orientación en Tokio para futuros graduados de universidades japonesas y aunque se trataba de consultoras internacionales terminé haciendo el ridículo más espantoso. Por si alguien no lo tenía claro, el único idioma que hablan las empresas en Japón es el japonés.
Tendría que ponerme las pilas con el japonés y estudiar hasta conseguir mínimo el nivel 2 del JLPT, el estándar que se exige normalmente a los extranjeros. Teniendo un año por delante sin demasiadas tareas que me ocupen creo que estaría en condiciones de conseguirlo. Que me apetezca es otro tema. El japonés es un idioma que se utiliza únicamente en Japón, y, señores, tengo muy claro que yo no quiero pasar aquí el resto de mi vida. Terminaré haciéndolo sino me queda otra opción que regresar a España mientras dure la crisis, pero hasta entonces buscaré otras alternativas. No es que me disguste vivir aquí, Japón es un país fantástico para vivir... pero creo que sólo durante un tiempo. Tarde o temprano muchos occidentales acaban regresando a Narita entonando el さよなら. Para mí, tres años son suficientes.
Te tiene que gustar mucho Japón para quedarte viviendo aquí una larga temporada. Por mucho que digan algunos, pienso que resulta imposible permanecer en Japón mucho tiempo sin terminar convirtiéndote en un japonés más, algo que tiene sus ventajas y sus desventajas. Respeto profundamente a algunos amigos españoles que llevan media vida en Japón y les queda la otra media por delante, pero en mi argumento diré que no resulta fácil vivir en Japón cuando has vivido antes en otros países de Asia. Cuando llegué aquí yo estaba intoxicado por el sudeste asiático. Principalmente por culpa de Vietnam, aunque los incontables viajes por Tailandia, Malasia, Indonesia y Filipinas hicieron que el efecto se agravara. Una vez aquí, intenté por todos los medios superar la adicción y dejar a un lado las odiosas comparaciones, pero la primera escapada al trópico no hacía sino recordarme lo que de verdad siento. Lo que de verdad me gusta es el sudeste asiático. No me gusta Japón tanto como gustaba vivir en Vietnam, y reconozco que era más feliz allí que aquí. Es así de sencillo, y seguir tratando de engañarme a mí mismo es absurdo.
Es por ello que este año que me resta de beca en Japón lo emplearé en buscar trabajo además de aquí en el sudeste asiático. Hay una parte de mí a la que le gustaría volver a Vietnam así que voy a intentarlo.
Aquí fue donde pasé una de las mejores etapas de mi vida, aunque está claro que no todo son ventajas. Un país en desarrollo como Vietnam exige sacrificar las comodidades que normalmente ofrece un país desarrollado, y viniendo de Japón el contraste es brutal. Aunque si fui capaz de adaptarme una vez pienso que volvería a acostumbrarme, hasta moverme de nuevo como pez en el agua.
Los que me conocéis bien estaréis pensando que quizás es el amor lo que me hace querer volver a Vietnam. Bien, quiero dejar claro que aquella historia terminó, y que de lo único de lo que sigo enamorado es del país en general y de la ciudad de Saigón en particular. El lugar que durante un año fue mi hogar y del que sólo guardo buenos recuerdos.
Me gustaría, pues, compartir con vosotros esta sensación de incertidumbre que me invade en estos momentos, ya que no sé dónde me encontraré exactamente dentro de un año. Es posible que continúe en Japón, no descarto ponerme las pilas con el japonés con tal de no terminar regresando a España, pero que sepáis que me planteo seriamente cambiar de aires y buscar trabajo en el sudeste asiático.
Một, Hai, Ba, ¡comienza la cuenta atrás!
Deseadme suerte.