Fue sólo una frase. Un comentario. Una exhortación expresada en forma de ruego, de consejo. Tan simple como contundente, tan directa como clara. Cuando el pasado viernes el juez de la Octava Corte de Apelaciones de Sant Louis, Kermit Edward Bye, advirtió a propietarios, jugadores y organización que su decisión "no sería del agrado de nadie", encendió la primera luz en este tenebroso camino llamado lockout. El mensaje no pudo ser más revelador; si alguien esperaba sacar algún beneficio de la resolución de ese tribunal, ya podía olvidarse del asunto porque allí, como en una guerra nuclear, nadie ganaría y todos perderían.
Los más torpes necesitaron oír la apreciación final del lúcido juez cuando éste remató "un acuerdo no ofendería, para nada, a los miembros de esta Corte". Magnífico señoría. Los más despiertos entendieron inmediatamente el sentido de aquellas palabras. De hecho fueron los primeros en comprender lo que este bloguero había expresado en las últimas semanas (aquí o aquí), aquello tan sabido de que "la solución solo podrá conseguirse en una mesa de negociación, no ante un tribunal". De tal manera que, anticipándose a los hechos, habían logrado forzar la primera reunión seria entre las partes desde que se iniciara este conflicto, hace casi tres meses. Idas y venidas de propietarios, representantes del sindicato de jugadores y organización a las afueras de Chicago. Conversaciones secretas. Sin comentarios, ni a la entrada, ni a la salidad. ¡Sí señores, eso era todo lo que pedíamos!.
Cerrada la posibilidad de conseguir una mano ganadora en esta particular partida de póker que ambas partes decidieron jugar en sobre el verde tapete de la justicia, los dos contendientes parecen haber asumido la cruda realidad: negociar o morir. El peliagudo horizonte que se cernía -en realidad todavía existe una amenaza y muy real de que ello suceda-, contemplaba toda una serie de escenarios, a cual más pavoroso. Desde el retraso de la temporada, suprimiendo las semanas de Bye, la Pro Bowl o el descanso previo a la Super Bowl, hasta el recorte de la cuadragésima segunda edición de la NFL. En el escalón previo a la suspensión total se ha especulado, para finales de noviembre, con una temporada de únicamente ocho jornadas, una especie de opereta entre la tomadura de pelo y la más burda estafa.
Todos empiezan a ser conscientes del tremendo desgaste que ante los aficionados, auténticos propietarios espirituales del fútbol, están asumiendo. No estoy hablando de simples rasguños en el casco de este navío llamado NFL, sino de la apertura de auténticas vías de agua que nadie, con dos dedos de frente, debería permitir. Varias encuestas publicadas en medios norteamericanos señalan signos preocupantes: un 44% de los consultados seguiría "con menos interés" -ergo, ventas- una temporada incompleta o retrasada. Por otro lado, un 57% del total dedicaría mayor atención a la NCAA, un 45% a la MLB y un 37% a la NBA. Pero quizá el dato más impactante sea ese 29% de aficionados que hoy ya declaran abiertamente que, a causa de todo lo sucedido, serán entre "menos y mucho menos propensos" a seguir la liga cuando esta se inicie. Toda una bomba de profundidad que puede comportar, a juzgar por cómo han oscilado entre deportes profesionales las audiencias deportivas tras algunas huelgas en décadas pasadas, un perjuicio no tan bien cuantificado por los responsables del fútbol. Sería un buen dato conocer el % de asistentes a los partidos de la NFL que se negarían a acudir a los estadios en caso de una liga de 8 jornadas.
Hoy por hoy, las previsiones -y porque no, las esperanzas- se focalizan en solventar el conflicto en un horizonte de 21 a 30 días. Se cumplirían así los pronósticos que NFL.COM publicó en un artículo de finales de mayo recogiendo la opinión de los comentarista habituales Jason La Canfora, Vic Carucci, Steve Wyche, Charles Davis y Pat Kirwan donde, en líneas generales, se apuntaba a una solución para los últimos días de junio, primeros de julio, justo en el mismo borde del abismo y con un pié colgando. A este respecto hay que tener en cuenta las acertadas observaciones de Raul Allegre en ESPNDEPORTES sobre los plazos; la NFL es una maquinaria perfectamente engrasada pero que, como todas las organizaciones, necesita de cierto plazos. Así, tras superar el lockout sería necesario abrir la agencia libre y una pretemporada adecuada, en total, de tres a cuatro semanas. Esa es la razón por la cual todos los analistas coinciden en señalar a esa primera semana de julio como la línea roja que, una vez rebasada, nos abocaría a asumir, en el mejor de los casos, una temporada reducida.
A fecha de hoy, la sensación general es que todos parecen haber entrado verdaderamente en el meollo de la cuestión, sabedores de que el perjuicio económico, moral y sentimental que se cierne sobre el mundo del fútbol en su totalidad, sería demasiado peso para sus espaldas. No hay Hércules que soporte, ni siquiera ayudado por sus columnas, tan abrumadora carga. Así es que desde el pasado viernes, las noticias sobre encuentros privados, salpican los medios de comunicación especializados. Es cierto que aún no se informa de ningún progreso y que objetivamente hablando, no podemos echar mano de ninguna buena noticia que varíe el sombrío panorama que he descrito, pero uno percibe en el ambiente que ahora es cuando crecen las posibilidades reales de contemplar, quiero creer que a corto o medio plazo, el ascenso de una preciosa fumata blanca por la chimenea de la NFL.
Y si en algún momento, alguien preguntase quien dió el primer paso, no duden en alabar la valentía, sentido común y buen hacer de un juez, nacido en Dakota del norte y afincado en St. Louis, una luminosa mañana de junio.