No digo que la película no entretenga, pero para quien recuerde la original de 1976, esta nueva versión no ofrecerá nada nuevo. De hecho, antes de ver el filme de la señora Peirce volví a revisar Carrie: Extraño Presentimiento –que la vi en el cine en el momento del estreno: todavía recuerdo los gritos y saltos del público al final-, solo para constatar que no estaba exagerando mis buenos recuerdos de la cinta. Y no, no estaba exagerando.Ahí está una ratonil Sissy Spacek, perfecta en el papel de la frágil, inocente y abusada muchachita que quiere empezar a vivir –en contraste, la señorita Moretz es demasiado bella para ser Carrie-; ahí está una desbocada Piper Laurie como la histérica mamá religiosa con cuchillo cebollero en ristre –en contraste, Julianne Moore, en la cinta de 2013, se toma demasiado en serio-; ahí está, en todo su esplendor, la extensa secuencia del baile, con sus pantalla divida y sus virtuosas tomas largas –una casi de tres minutos cuando Carrie está bailando con su pareja y la cámara los rodea hitchcockianamente; otra más cuando la cámara de Mario Tosi nos muestra los preparativos en bambalinas para echarle a perder la noche a Carrie-; y ahí está, finalmente, la furia vengadora de Carrie, que no conoce prudencia ni excepciones.La malevolencia de un grupo de adolescentes ojetes ha desatado una malevolencia mayor, apenas reprimida, y todos –inocentes y culpables- pagarán igualmente. Esa crueldad políticamente incorrecta es imposible, al parecer, en cierto cine de horror hollywoodense del día de hoy. Qué remedio.
No digo que la película no entretenga, pero para quien recuerde la original de 1976, esta nueva versión no ofrecerá nada nuevo. De hecho, antes de ver el filme de la señora Peirce volví a revisar Carrie: Extraño Presentimiento –que la vi en el cine en el momento del estreno: todavía recuerdo los gritos y saltos del público al final-, solo para constatar que no estaba exagerando mis buenos recuerdos de la cinta. Y no, no estaba exagerando.Ahí está una ratonil Sissy Spacek, perfecta en el papel de la frágil, inocente y abusada muchachita que quiere empezar a vivir –en contraste, la señorita Moretz es demasiado bella para ser Carrie-; ahí está una desbocada Piper Laurie como la histérica mamá religiosa con cuchillo cebollero en ristre –en contraste, Julianne Moore, en la cinta de 2013, se toma demasiado en serio-; ahí está, en todo su esplendor, la extensa secuencia del baile, con sus pantalla divida y sus virtuosas tomas largas –una casi de tres minutos cuando Carrie está bailando con su pareja y la cámara los rodea hitchcockianamente; otra más cuando la cámara de Mario Tosi nos muestra los preparativos en bambalinas para echarle a perder la noche a Carrie-; y ahí está, finalmente, la furia vengadora de Carrie, que no conoce prudencia ni excepciones.La malevolencia de un grupo de adolescentes ojetes ha desatado una malevolencia mayor, apenas reprimida, y todos –inocentes y culpables- pagarán igualmente. Esa crueldad políticamente incorrecta es imposible, al parecer, en cierto cine de horror hollywoodense del día de hoy. Qué remedio.