CUENTO DE ESPERANZA Es una nueva huida de sí mismo, una de tantas que le permite por un tiempo sentirse libre, lo más libre que puede en sus circunstancias. Aun así sabe que son fugas a ninguna parte de las que siempre debe regresar. No recuerda a sus padres, ni siquiera cuantos otros han intentado serlo durante sus doce años de existencia. Y de nuevo está allí, en aquel parque al que siempre le arrastran los pies cuando una casa de acogida le espolea. No hay maltrato, pero cuando percibe ese infinito vacío, cuando ese frágil espacio intenta atraparle, se adueña de él la rabia y el deseo de no ceder a un mundo que nunca le abriga, ni le consuela. Entonces se sienta en su banco preferido mirando distraído al suelo, en un vano intento por traspasarlo.
-A ti también te gusta venir aquí ¿verdad? Al banco de Esperanza -añade una dulce voz-. Es mío, le puse mi nombre. Toby levanta la cabeza y pasa las yemas de sus dedos por esa palabra “ESPERANZA”, un nombre que grabado en la madera le atrajo la primera vez y allí regresa siempre como si un imán le poseyera.-Bueno, creo que me estas buscando –dice la mujer.
El chico sonríe y comienzan a hablar como si se conocieran de siempre, sus respectivas historias son una sola. Él le cuenta como siempre intentó encontrar esa señal inconfundible que le hiciera sentirse en casa. Y ella, "La bella" -como acaba de bautizarla- recuerda su sufrir desde que perdiera a su hijo. Se toman de la mano y sienten como esa corriente invisible les une, Toby piensa que por primera vez alguien le necesita tanto, como él a ella. Necesidad mezclada de cariño y comprensión que reconoce al instante. Y tras esos deseos que hablan de futuro, nace una oportunidad para ambos.
©Samarcanda Cuentos-Ángeles.