He llegado a saber que allá lejos, donde el paisaje se convierte en desierto, existe un reino pequeño y muy opulento, mimado por los poderosos del mundo, desde que descubrieron tesoros líquidos debajo de las arenas. Sus sátrapas, caprichosos y consentidos, no ignoraban que algún día la fuente de su riqueza se acabaría agotando y decidieron usar sus ganancias en mil empeños. Compraron bancos, empresas, terrenos, equipos, ejecutivos, compraron políticos, mundiales y también voluntades.
Pero claro, ellos no se iban a quitar el turbante, ni abandonar sus harenes, ni estropearse sus cuidadas manos de manicura para construir sus propios sueños manchándose en trabajos viles bajo el diabólico sol del verano. No, para eso estaban los de fuera. Los inmigrantes oscuros llegados de cualquier parte, necesitados de algo por no ser poseedores de nada.
Kamal estaba exhausto ese noche, aunque no más que el resto de los días. 12 horas de trabajo interminables bajo el espantoso calor y ese dolor persistente en la espalda tras transportar sacos y más sacos de escombros. Esa agua sucia maloliente nunca le saciaba y menos la interminable sensación de impotencia ante la desalmada agresividad de los capataces. Lo único que le había compensado, era un objeto brillante encontrado entre las obras. Estaba lleno de mugre pero parecía muy valioso. Tuvo que esconderlo de la voracidad de los vigilantes, tan miserables como para robar a los más miserables. Era dorado y se puso a frotarlo para ver su inscripción. El mundo cambió por completo.
Una niebla blanca inundó el cuarto y Kamal del susto, se cayó del jergón. Un segundo más tarde, la niebla se había corporeizado en un hombre alto vestido con una túnica blanca que hería los ojos. Aquel personaje, o cosa, pronunció unas palabras en árabe que Kamal no entendió.
- I don't know arabic, I speak hindi.
- I am the genie of the lamp.
- मैं चिराग का जिन्न हूं.
- No domino tu idioma, pero sé la manera de que podamos entendernos. ¿Me entiendes ahora?
- Lo entiendo, pero estoy asustado, espero que no quiera azotarme por algo que haya hecho mal.
- No soy uno de tus capataces. Soy el espíritu que habita en esa lámpara. Algunos me llaman genio, pero no quiere pecar de soberbio. Soy un ejecutor de deseos. Pídeme tres y te dejaré tranquilo.
- ¿Y a cambio me pedirás que te ponga en libertad?
- No es necesario, volveré a la lámpara. Tu mundo es demasiado perverso para mi gusto. Volveré a mi lámpara de confort hasta que encuentre un futuro mejor. Decídete, tienes poco tiempo.
- Humm..quiero una casa con campos de arroz para mi familia.
- ¿El segundo?
- Quiero salir de aquí y vivir con ellos, lejos de esta podredumbre.
- Queda el tercero.
- ¿En el cuento de Ali Babá eran 40 los ladrones, no?
- Exacto
- Aunque hay muchos, quiero que los 40 bribones más grandes de este país, se conviertan en 40 ratones durante 40 segundos.
- Voilà, bro.