Cuentopharmaco: “Malditos bichos chupasangre”

Publicado el 22 febrero 2017 por Ludopharmacos @ludopharmacos

Estaba cercano a cumplir los treinta y no dejaba de recibir todo tipo de recomendaciones estúpidas por parte de la gente de mi entorno.

Al parecer, todo número redondo invita a reflexionar a aquellos que están muy lejos de encontrarse con cualquier tipo de pensamiento, aunque sea fugaz, en el resto de los números que sirven para organizar la burocracia idiota que, entre un sin fin de usos absurdos, se utilizan también para los natalicios.

En otras palabras: se acercaba la crisis de los treinta. O al menos así lo presagiaban un par de falsos oráculos con patas.

En ese entonces se podría decir que era un tipo sin miedos: ya me habían sucedido suficientes cosas como para entender que se podía reconstruir todo y lo que no tenía solución era mejor dejarlo de lado para siempre o en su defecto, para cuando se inventara una solución.

Había pasado hambre, me había quedado varias veces sin trabajo, me habían rechazado incontables mujeres y había sido traicionado por quienes consideraba mis amigos <<todas aquellas cosas simples que le suceden a todo el mundo>>

De todas maneras, un viernes en el departamento de Esteban, quien para esa época la única persona a quién veía regularmente, entre múltiples partidas de un Bomberman en japonés de Turbografx16, puse pausa y le pregunté:

-¿A vos te parece que soy la clase de tipo que está a punto de sufrir la crisis de los treinta?

-¿Qué mierda te agarró ahora? Me parece que no va a cambiar mucho si cumplís treinta o ciento veinte.

-No digo que sea cierto ese pensamiento boludo de la gente…

-No, al margen de eso. Vos vivís en crisis, estás borracho ahora y te quedaste sin trabajo por no bancarte a un tipo, tenés puesta la misma ropa hace como un mes y estás fumando como Sandro.

-Pero eso se arregla, consigo laburo y listo.

-Vas a conseguir, seguro que sí. El asunto es si lo vas a mantener por una vez en tu vida por más de seis meses al menos.

-La cuestión es que siempre aparece un forro que quiere sobresalir del resto y arranca con sus manganetas para bajarte el valor de todo aquello que el no puede obtener. Eso me da bronca y tengo que decidir entre cagarlo a trompadas o irme. Y a mi no me gusta pegarle a nadie.

-En todos lados es igual, la gente es una basura y estamos destinados a quedarnos solos, algún día la violencia va a terminar con la poca conciencia social que queda y las calles van a ser un beat ‘em up.

-Puede ser, por ahí por eso la 3DO y la TurboGrafx vienen con un solo puerto de joystick.

Saqué la pausa para calmar la ansiedad de Esteban, pero me quedé inmerso en aquel pensamiento que desencadenó la observación del puerto para un solo jugador:

Tal vez daban por sentado que la gente adoptaría la soledad como estandarte, y no por una cuestión mística u onanista sino porque advirtieron que el ser humano de una generación a otra se va volviendo más y más hijo de mil putas.

No tenía la certeza de pertenecer al bando de los benévolos o al de los malignos, pero lo que sí sabía de cierto era que estaba harto de esos tipos egocéntricos y sin talento que se alimentan de quienes no desean incursionar en ningún tipo de conflicto, es decir. de la gente fácil de dominar: muchas veces terminan cediendo a los deseos del idiota que se autoproclama con vehemencia, como una especie de dirigente de batuta, con tal de no tener una pelea o una discusión. También están aquellos a quienes las ganas de pertenecer a un grupo les atrofian el libre albedrío facilitándole la victoria a estos parásitos que se aprovechan de los buenos; de los que no tienen conflictos extraños y el ego nunca los pudo corromper.

Había tomado bastante, no tanto como otras veces, pero sí muy rápido casi sin saborear el licor de malta que se colaba por mi garganta y empujaba fuerte, como lo hacen los pasajeros del subte en hora pico, para desembocar en un estómago que horas atrás se estaba quejando por la falta de alimento.

De un momento a otro saludé a Esteban, bajé el ascensor y empecé a caminar con destino al obelisco: estaba cerca del congreso así que encaré por Entre Ríos con destino a Corrientes y desde ahí fui todo derecho.

Estaba mareado por la cerveza y el hartazgo para con la gente.

No podía dejar de proyectar en mi cabeza los gestos, las palabras y actitudes de mierda que había tenido que tolerar sólo por no poner una buena trompada. Una sola acabaría con todo y rompería con esa maldición:  se piensa que las situaciones que nos molestan se volverán a repetir una y otra vez hasta que no hagamos algo diferente, algo así como un verdadero cambio desde lo más profundo de nuestras vidas que logre cerrar el círculo. Podemos escapar, irnos del país, del trabajo o de donde fuera, pero la situación se volverá a repetir manifestada en otra persona cada vez más idiota y malvada, hasta que no logremos transformar nuestro entorno.

Pero a mí me faltaba bastante para lograrlo y mientras tanto me conformaba con estar alcoholizado y jugar a los videos.

Supuse que el aire frío del invierno generaría un bálsamo que viniera a mitigar parte de mi esbórnia, pero esta seguía intacta y el enojo también.

Hablaba solo, caminaba velozmente con los puños cerrados y buscaba hacer contacto visual con toda persona que me cruzase: la mayoría sonreía, otros bajaban la mirada y otra parte ni lo notaba.

Nadie quería pelear conmigo y yo necesitaba descargar la furia que se incrementaba al ver tantas expresiones faciales reflejando bondad o algo similar a una falsa compasión.

¿Dónde estaban los malos? Entendí que esos parásitos atacan cuando tienen algo para quitar. Si te ven borracho, sucio y en el medio de un brote psicótico, lo más probable es que se muestren amables y considerados.

Sé que todo esto que pienso, si alguna vez llego a escribirlo, parecerá una estupidez o algo rebuscado y vacío. Pero si entienden de lo que estoy hablando y no son parte del gremio de sanguijuelas del talento y la magia, lo van a comprender y tendrán las mismas ganas que yo de salir a buscarlos y romperles los huesos a patadas.

Es difícil construir una personalidad y una concepción del mundo cuando crecemos viendo a nuestros héroes matando a los malos y también los matamos nosotros mediante un videojuego para luego escuchar a los mayores decir que todo eso no existe, que esa maldad no es real y que la gente en el fondo es buena.

Pues temo decirles que la maldad existe y por más que no logremos entender que alguien la use como medio de vida, es así, ahí están y nunca dejarán de estar y ejercer su condición de parásitos, envidiosos, manipuladores y malnacidos.

Lo importante de todo esto, lo que pude comprender a la mañana siguiente mientras intentaba rescatar a esa mujer de escasa ropa en el Vigilante, es que nunca podrán quitarnos la capacidad de crecer: si estos bichos chupasangre se presentan significa que vamos bien, que lo que nos gusta lo estamos haciendo bien pero aún nos está faltando una cosa:

Boxear como nunca antes lo hemos hecho a estos pelotudos y dejarlos sangrando en el suelo, para que sepan que son un fracaso y que por mucho que se impongan, nunca, jamás lograrán brillar como nosotros lo hacemos.