El objetivo que se ha marcado la editorial Páginas de Espuma con los cuentos de Antón Chéjov es tan osado como digno de aplauso: ofrecer una traducción completa y rigurosa de los mismos para que los lectores hispanos disfruten de la increíble calidad del autor ruso con notas, abundantes detalles bibliográficos y una bellísima presentación en formato de tapa dura. El primer tomo de este vasto proyecto cubre el período 1880-1885, ocupa más de un millar de páginas y está disponible en edición de Paul Viejo desde noviembre de 2013... Lo dicen todos los estudiosos y lo corrobora fácilmente cualquier lector que se sumerja en los cuentos de este autor ruso: Antón Chéjov fue un increíble termómetro social y un microscopio antropológico, un observador nato, un anatomista de su tiempo y de su sociedad, allí donde burbujean los pequeños estafadores y sablistas, los nobles venidos a menos, los zarrapastrosos que chapotean en su miseria económica y moral, los borrachines irredentos, los médicos de cara imperturbable, los taberneros desdeñosos, los cazadores de humor sombrío, las melancólicas muchachas casaderas, los parientes parásitos, los cocheros de gesto huraño, los funcionarios inescrupulosos que hacen de la adulación un modo de vida, los periodistas venales, las prostitutas que no tiene ni siquiera dinero para mantener a sus hijos pequeños alejados de la habitación donde ejercen su oficio, los empleados de ferrocarril que presumen de sus barrabasadas, las actrices de medio pelo que acarician la posibilidad de casarse con un rico para abandonar su vida infausta, los estudiantes de bachillerato que intentan ganar unas monedas dando clases particulares a zoquetes de familia rica, los dentistas chapuceros que ignoran los rudimentos de su oficio, los comerciantes que no respetan ni los rudimentos de la higiene y que sobreviven sobornando a los inspectores de Sanidad, los vagos empleados que malbaratan su tiempo de trabajo jugando a las cartas, las viejas damas ancladas a las costumbres rancias del pasado y un largo etcétera. Como es natural (estamos hablando de un Chéjov veinteañero), hay en este volumen algunas páginas que no pasan de ser balbuceos juveniles, proyectos con más hormonas que sedimentación y que, sin duda, pueden ser desdeñados. Pero es innegable que, observando el tomo en su conjunto, vibra en él el nervio vivo de un narrador vigoroso y dominador, de un genio en ciernes, que subyace en la mayor parte de los relatos, dotándolos de una temperatura y un soplo literario que convencen y enamoran. El lector que busque el humor lo encontrará de forma abundante en relatos como “Fecha solemne”, donde un poeta comenta sin pudor que acaba de recibir la negativa número dos mil en su carrera literaria; o como “Entrevista vana”, donde una cita amorosa queda frustrada por la gran cantidad de cervezas que ingiere el muchacho antes de acudir junto a la amada; o como “Se estropeó el asunto”, donde un enamorado bocazas frustra su más que ventajoso matrimonio con una millonaria explicándole que no es un buen partido para ella; o como “Hipnotismo”, en el que un empleado se deja sobornar a base de billetes de cinco rublos para fingir que ha sido hipnotizado; o como “El camaleón”, obra maestra sobre la hipocresía de un agente de la ley, que cambia de opinión sobre un incidente callejero en función de quién sea el amo del perro que lo ha protagonizado: un general o un vagabundo (estructura ideológica muy similar a la exhibida en el relato “La máscara”, donde un alborotador que lleva un antifaz es amenazado las autoridades hasta que advierten que se trata de un millonario excéntrico, momento en que pasan a adularlo descaradamente); o, en fin, en historias como “Una noche de espanto”, donde los asistentes a una sesión espiritista encuentran, al volver, ataúdes en sus habitaciones... Pero también están las historias tristes, melancólicas o patéticas, como ocurre con “El pecador de Toledo”, una asfixiante narración sobre el fanatismo; con “La señora”, una inquietante historia sobre el poder manipulador que una mujer ejerce sobre un muchacho ingenuo; con “Flores tardías”, un lánguido y delicioso cuento de amores secretos; o con “Una vez al año”, la bochornosa historia de una anciana que cada año recibe el día de su santo la visita de su sobrino, al que un sirviente ha tenido que pagar para que acceda a venir. Un volumen egregio para conocer las primeras producciones de Antón Chéjov, que Páginas de Espuma publica con una elegancia insuperable.
El objetivo que se ha marcado la editorial Páginas de Espuma con los cuentos de Antón Chéjov es tan osado como digno de aplauso: ofrecer una traducción completa y rigurosa de los mismos para que los lectores hispanos disfruten de la increíble calidad del autor ruso con notas, abundantes detalles bibliográficos y una bellísima presentación en formato de tapa dura. El primer tomo de este vasto proyecto cubre el período 1880-1885, ocupa más de un millar de páginas y está disponible en edición de Paul Viejo desde noviembre de 2013... Lo dicen todos los estudiosos y lo corrobora fácilmente cualquier lector que se sumerja en los cuentos de este autor ruso: Antón Chéjov fue un increíble termómetro social y un microscopio antropológico, un observador nato, un anatomista de su tiempo y de su sociedad, allí donde burbujean los pequeños estafadores y sablistas, los nobles venidos a menos, los zarrapastrosos que chapotean en su miseria económica y moral, los borrachines irredentos, los médicos de cara imperturbable, los taberneros desdeñosos, los cazadores de humor sombrío, las melancólicas muchachas casaderas, los parientes parásitos, los cocheros de gesto huraño, los funcionarios inescrupulosos que hacen de la adulación un modo de vida, los periodistas venales, las prostitutas que no tiene ni siquiera dinero para mantener a sus hijos pequeños alejados de la habitación donde ejercen su oficio, los empleados de ferrocarril que presumen de sus barrabasadas, las actrices de medio pelo que acarician la posibilidad de casarse con un rico para abandonar su vida infausta, los estudiantes de bachillerato que intentan ganar unas monedas dando clases particulares a zoquetes de familia rica, los dentistas chapuceros que ignoran los rudimentos de su oficio, los comerciantes que no respetan ni los rudimentos de la higiene y que sobreviven sobornando a los inspectores de Sanidad, los vagos empleados que malbaratan su tiempo de trabajo jugando a las cartas, las viejas damas ancladas a las costumbres rancias del pasado y un largo etcétera. Como es natural (estamos hablando de un Chéjov veinteañero), hay en este volumen algunas páginas que no pasan de ser balbuceos juveniles, proyectos con más hormonas que sedimentación y que, sin duda, pueden ser desdeñados. Pero es innegable que, observando el tomo en su conjunto, vibra en él el nervio vivo de un narrador vigoroso y dominador, de un genio en ciernes, que subyace en la mayor parte de los relatos, dotándolos de una temperatura y un soplo literario que convencen y enamoran. El lector que busque el humor lo encontrará de forma abundante en relatos como “Fecha solemne”, donde un poeta comenta sin pudor que acaba de recibir la negativa número dos mil en su carrera literaria; o como “Entrevista vana”, donde una cita amorosa queda frustrada por la gran cantidad de cervezas que ingiere el muchacho antes de acudir junto a la amada; o como “Se estropeó el asunto”, donde un enamorado bocazas frustra su más que ventajoso matrimonio con una millonaria explicándole que no es un buen partido para ella; o como “Hipnotismo”, en el que un empleado se deja sobornar a base de billetes de cinco rublos para fingir que ha sido hipnotizado; o como “El camaleón”, obra maestra sobre la hipocresía de un agente de la ley, que cambia de opinión sobre un incidente callejero en función de quién sea el amo del perro que lo ha protagonizado: un general o un vagabundo (estructura ideológica muy similar a la exhibida en el relato “La máscara”, donde un alborotador que lleva un antifaz es amenazado las autoridades hasta que advierten que se trata de un millonario excéntrico, momento en que pasan a adularlo descaradamente); o, en fin, en historias como “Una noche de espanto”, donde los asistentes a una sesión espiritista encuentran, al volver, ataúdes en sus habitaciones... Pero también están las historias tristes, melancólicas o patéticas, como ocurre con “El pecador de Toledo”, una asfixiante narración sobre el fanatismo; con “La señora”, una inquietante historia sobre el poder manipulador que una mujer ejerce sobre un muchacho ingenuo; con “Flores tardías”, un lánguido y delicioso cuento de amores secretos; o con “Una vez al año”, la bochornosa historia de una anciana que cada año recibe el día de su santo la visita de su sobrino, al que un sirviente ha tenido que pagar para que acceda a venir. Un volumen egregio para conocer las primeras producciones de Antón Chéjov, que Páginas de Espuma publica con una elegancia insuperable.