Desde la portada del libro una chica pálida hasta el vampirismo exige silencio y provoca escalofrío. La impresión aumenta cuando uno lo abre y los ancianos, profetas, niños, campesinos e idiotas que deambulan por sus páginas se convierten (sin sospecharlo ni proponérselo) en lobos para los demás hombres.
Desde este punto de vista, los relatos de Flannery O´Connor pueden interpretarse como una denuncia a la desigualdad impuesta por los juegos del poder. Es cierto que la obra aborda una y otra vez el asunto de la propiedad privada pero no subraya, sin embargo, los privilegios económicos que arrastra, los personajes siempre permanecen fuera del circuito del consumo y del lujo; lo que evidencia es, mas bien, un coctel de creencias burguesas que subordinan al otro bajo un manto moral.
Militantes de un cinismo inocente, infectos por la lógica perversa del “respeto”, el reparto de los cuentos atraen sobre sí las extravagantes relaciones entre el dominio y la benevolencia.
Podría decirse, entonces, que el efecto estremecedor deriva del tropiezo con la reversibilidad de la que están hechos los valores: capaces de promover las mas tiernas acciones a condición de reivindicar la superioridad de su ejecutor. La compasión se delata insuficiente y reclama indemnización; el altruismo nunca satisface y añora egolatría… de allí el carácter trágico del poder… de allí el fracaso de la Redención.
Para mayor y mejor información remitirse a las siguientes páginas:
• Contra el lector cansado (Gustavo Martín Garzó)
• La buena gente del campo. Flannery O´Connor
• Cuentos de una escritora demasiado realista. Flannery O´Connor en dos visiones distintas: con y sin fe (Pedro de Miguel y Francisco Casavella)