Una de las alegrías que me proporciona el libro electrónico: poder leer recopilaciones de cuentos de autores de antaño, que no están olvidados, pero que tampoco son demasiado conocidos, aunque debieran serlo. Me apetecía volver al género de terror, que tan olvidado tengo y recordé el nombre de Auguste Villiers de L´Isle Adam y el estimulante adjetivo que le otorga a sus narraciones. A la espera de leer algo de clásicos modernos como Stephen King o Peter Straub.
Leidos hoy algunos de estos cuentos parecen los de un discípulo de Borges, si no fuera por el detalle de que Auguste Villiers de L´Isle Adam es un autor del siglo XIX y Borges del XX. Otros están influidos por el estilo de Poe, aunque nuestro autor intenta darle un matiz filosófico y a veces muy macabro y, como nos advierte el propio título de sus recopilaciones, cruel.
En una de mis narraciones favoritas, un médico visita a otro, condenado a ser guillotinado, para que se preste a un experimento científico: cuando ruede su cabeza, le hablará al oido y el recién descabezado deberá guiñarle para hacerle ver que aún goza de algo de entendimiento. En otros se resalta el gusto de Villiers por la Inquisición española, esa institución que torturaba en nombre de la salvación de las almas. Hay alguno especialmente logrado como "Vera", que habla de amor y muerte de una manera especialmente inquientanteo "El convidado de las últimas fiestas", de una resolución realmente magistral. Una de las peores características del francés es su irregularidad: hay cuentos bastante malos junto a piezas muy logradas, pero siempre es de agredecer que Villiers no sea hombre que se muerda la lengua: tiene la valentía de exponer los hechos más truculentos con la más fina de las ironías. Pero dejemos hablar a Jorge Luis Borges, su principal valedor, en el prólogo que le dedicó a la antología que publicó en la Biblioteca de Babel:
"Villiers en París quería jugar con el concepto de la crueldad de igual manera que Baudelaire jugaba con el mal y el pecado. Ahora, desventuradamente, nos conocemos demasiado para jugar con ellos. Contes cruels es ahora un título ingenuo y no lo fue cuando Villiers de l'Isle-Adam, entre grandilocuente y conmovido, lo propuso a los cenáculos de París. Este casi indigente gran señor, que se sentía protagonista enlutado de imaginarios duelos y de imaginarias ficciones, ha impuesto su imagen en la historia de la literatura de Francia." "Villiers en París quería jugar con el concepto de la crueldad de igual manera que Baudelaire jugaba con el mal y el pecado. Ahora, desventuradamente, nos conocemos demasiado para jugar con ellos. Contes cruels es ahora un título ingenuo y no lo fue cuando Villiers de l'Isle-Adam, entre grandilocuente y conmovido, lo propuso a los cenáculos de París. Este casi indigente gran señor, que se sentía protagonista enlutado de imaginarios duelos y de imaginarias ficciones, ha impuesto su imagen en la historia de la literatura de Francia."