En la primera entrada que dediqué a los cuentos de los Hermanos Grimm (aquí) comenté que me había sorprendido que Perrault también tuviese su versión de esta historia y sentí mucha curiosidad por las diferencias que podría haber. Por un lado, la difunta madre de Cenicienta no tiene ninguna relevancia en esta versión mientras que en aquella, toda la magia parecía girar alrededor de su tumba. Aquí la componente fantástica la tenemos en la famosa hada madrina. Luego, el punto oscuro y macabro del desenlace del cuento de los Grimm no está aquí, que finaliza de manera mucho más amable con las dos hermanastras que piden perdón y se redimen. De similitudes, además de la trama general, le puedo poner la misma pega crítica con el padre que deja que maltraten a su hija. No me voy a repetir, en esa entrada tenéis mi reflexión.
Ya he comentado que este autor escribe una moraleja por cada una de sus historias. Pues para éste escribe dos, no sé si será algo que se repetirá en sucesivos cuentos que lea. Por un lado pone en valor, por encima de la belleza, la gracia y la bondad. Sin embargo, no deja de tener su punto irónico que, en la segunda, diga que se puede tener todo eso y más talentos, como ingenio, pero que de poco servirán si no se tienen madrinas y o padrinos. Qué vigente sigue siendo esto...
En cuanto a la adaptación de Disney, ésta se basa casi por completo en la versión de Perrault que tiene todos los elementos que conocemos: la carroza hecha con una calabaza, los caballos son ratones, el zapato de cristal, la hora límite a las doce de la noche... No deja de resultarme curioso que siendo la versión del escritor francés (1697) previa a los hermanos alemanes (1812), su versión sea más redonda y sea la que más ha trascendido. Cabría suponer que las historias las fuesen depurando y aquella me pareció que caía en un exceso de repeticiones y le faltaba encanto. Imagino que por la diferencia del relato en las tradiciones orales de uno y otro país.