Cuentos de la vieja california

Publicado el 05 diciembre 2011 por Jesuscortes
Como tres de las cuatro primeras películas del argentino Hugo Fregonese en Estados Unidos (rodadas por cierto en los diecinueve, se ve que jubilosos, meses en que nacieron sus dos hijos con la guapa Faith Domergue), "Saddle tramp", "Mark of the renegade" y "Apache drums", varias de las mejores filmadas por Jack Arnold (especialmente "Red sundown" y "No name on the bullet"), Joseph M. Newman (su obra maestra "The outcasts of Poker Flat"), Lewis R. Foster ("The eagle and the hawk", "Dakota incident"), John V. Farrow ("Copper Canyon", "Ride vaquero") Alfred E. Green ("Four faces west", "Sierra"), Felix E. Feist ("The big trees"), Stuart Heisler ("Dallas"), algunas de las primeras de John Sturges ("The walking hills", "The capture") e incluso otras pertenecientes a directores "colaterales" que se movieron en el gran territorio del western americano - aunque ahora los consideremos como más grandes que los citados, como Allan Dwan (pienso en las excepcionales "Surrender", "The woman they almost lynched" o "Passion") o Jacques Tourneur ("Canyon passage") - una docena larga de las mejores películas del Oeste filmadas por George Sherman, son al mismo tiempo modélicas y desconcertantes. La repetición de decorados y localizaciones, esquemas narrativos y fuentes novelescas, actores y actrices - sobre todo secundarios, haciendo una y otra vez los mismos papeles -, usos y costumbres de un género, que sólo servían en manos de perezosos para aplanar, achatar y homogeneizar cuanto salía de sus manos, con la perfecta excusa de que sólo pudieron dejarse llevar por la rutina, atados de manos creativamente, se podían transformar en explosivas oportunidades para demostrar que la imaginación y el sentido del humor valen tanto como la mejor virtud de cualquier cineasta. Con una larga filmografía que sobrepasa ampliamante la centena de películas, el periplo por el Oeste de George Sherman ocupa buena parte de su filmografía en los años 30 y 40 y es donde se localizan las más alegres, modestas y rápidas de cuantas rodó. En esos años, diez antes que Fuller, transfigura mitos y leyendas europeas del siglo XIX,  obsesión que será una constante de ahí en adelante y se atreve por ejemplo a mezclar en las orillas del Pacífico a Dumas padre con Fenimore Cooper en una serie de películas literalmente sin límites entre las que destacan "Outlaws of Sonora", "Last of the Redmen" o "The purple vigilantes". Comedia bufa y tragedia - más desternillante aún - en un mismo plano.  También establece una de las parejas más raras que ha dado el cine (Gene Autry y Smiley Burnette, uno de los más olvidados antecedentes de aquella que formaron Dean Martin y Jerry Lewis, aunque en muchas ocasiones cueste distinguir cuál de los dos anda más despistado) y filma algunos de sus mejores films: "River lady" (que habría que poner alguna vez en paralelo con "The comancheros" de Curtiz), "Black Bart" (un trasunto de "El Zorro" o más aún de "The Scarlet Pimpernel") y la imparable "Calamity Jane and Sam Bass", un inverosímil arco iris de colores dialogado a mil por hora. Desde finales de los 40 parte su particular "ciclo Yvonne de Carlo", a la que empareja varias veces acertadamente con Dan Duryea. Nunca estuvieron más simpáticos y relajados ambos y seguramente nunca se lo pasaron mejor rodando películas que a las órdenes de Sherman. Quizá no hubiesen sido iguales esos films ni los de algunos de los antes mencionados, por muy fuera de contexto temporal que estuviesen, si el momento álgido del cine negro, el bélico y el melodrama de postguerra no hubiesen ofuscado de alguna manera el renacimiento del western, que recobraba protagonismo en carteleras con una libertad y una falta de pretensiones que pronto relegaría al olvido a buena parte de la producción.  "Stagecoach" o "Jesse James", por proverbial consenso, puntos de arranque del western moderno, estaban "fuera de foco" cuando nacieron y tendrían que pasar bastantes años hasta que se advirtiera que esos pioneros de ya largo recorrido, al mismo tiempo que refrendaban unos cánones tan antiguos como el propio cine, no pensaban en el cine de vaqueros en pasado sino que estaban convencidos de que, si se lo proponían, podían llevarlo más lejos, que no necesitarían siquiera salirse de él para expresarse completamente, que podía ser el mejor sobre la tierra.   En los 50, con los géneros pujantes en los años precedentes iniciando su declive popular o a la espera de metamorfosis varias y el western alcanzando otro nivel merced al estreno en el cambio de década de las películas que cambiarán para siempre su suerte crítica ("Winchester 73", "Fort Apache", "Red River", "Yellow sky", "Colorado territory", "The gunfighter", etc.) Sherman amplía el abanico de acentos e intenciones y rueda "Comanche territory", "War arrow" (ambas con Maureen O'Hara, en tránsito de "Rio Grande" a "The quiet man", osea, rejuveneciendo sin remedio), "Tomahawk" (de las pocas "seguidistas", con "Broken arrow" de Delmer Daves, antaño tan prestigiosa, entre ceja y ceja), "The battle at Apache Pass", "Comanche" y mis favoritas, "Border river" "The treasure of Pancho Villa" (ambas pre-Peckinpah, la primera con el actor perfecto como dicen los anglosajones "for all seasons", Joel McCrea y "The treasure..." apasionante, peligrosa y hábilmente cercana a sus colegas señalados por la fobia anticomunista)  y el seco y abstracto suspense "Hell bent for leather".
Casi ninguna se libra de segundas lecturas, a menudo políticas, dobles sentidos y no muy ocultas texturas superpuestas pero ninguna parece empujada donde antes se hubiese deslizado. Cabían en el cine de Sherman tantos registros, era tan amplia su mirada, que las tendencias de nuevo o renovado cuño (temática pro-india, anti machartysmo, irrupción de cine de misterio o fantástico en las praderas, inacción y espera frente a aventura y dinamismo...) se adaptan bien a su cine.
Esta flexibilidad y la comentada versatilidad de su cine han jugado claramente en contra de su prestigio, que siempre fue escaso y se diluía de un año para otro, de un film para otro incluso, ensombrecido por las novedades que inundaban la cartelera, deslumbrante.
Ahora volver a cualquiera de estas películas, ninguna claramente mejor que las otras, pero (haciendo la salvedad de alguna de los 30, por lo visto hasta ahora de las filmadas a este lado del Río Pecos, veintiseis de treinta y siete si no conté mal) sin que sea demasiada la distancia que separa la más inspirada de la menos buena, es un bálsamo de ligereza y buenas maneras políticamente incorrectas.