Cuentos Fantásticos, Taonos

Por Igork

Los Cuentos de Vamurta TAONOS (III) Pan, Amor y Fantasía 3 de 23    Desplegaron un gran mapa de pergamino manchado por el tiempo. A la luz de las antorchas y velas, los caminos y ciudades, las esbeltas montañas dibujadas, los ríos, las tintas rojas, verdes y azules sobre piel oxidada, parecían aún más las piezas de un rompecabezas que algunos hombres supremos hubieran legado a los desorientados seres del presente. El Conde dejó caer su dedo anular sobre la capital, desde allí lo desplazó hasta los confines del mundo conocido, hacia el norte, hasta tocar el límite superior del plano, como si de aquel modo pudiera saltar las barreras del espacio y desplazarse a voluntad.    —Cuatro falanges, dos compañías de arqueros, ballesteros y hostigadores. Más bueyes y hombres para la intendencia.    Todos escucharon a su señor, solemnes. Jamás una fuerza tan poderosa se iba a alejar tanto del corazón de Vamurta.    —Hermano, el honor es tuyo —añadió—. Y vos, nuevo gobernador, veguer del sur, lo acompañaréis, antes de tomar posesión de vuestras tierras.
   Tras dos lunas de intenso trabajo, las fuerzas expedicionarias que debían asentarse más allá de los límites, partieron bajo una lluvia de pétalos y buenos deseos lanzados por sus ciudadanos, alentados por la esperanza del pueblo y el deseo de éxito de los clanes de grandes mercaderes, que tanta plata habían prestado al condado para poder equipar a la hueste.    Al sexto día dejaron atrás las planicies cerealísticas y los valles de picos desgastados, penetrando en las tierras escarpadas de la Marca Norte, de agricultura humilde, sobre la que pacían grandes rebaños de bueyes y, en las alturas, cientos de cabras que punteaban con tonos claros las lomas grises y verdes. Cerca de Arbot, la tropa se avitualló. Cargaron barriles de carne en salmuera junto a decenas de tinas repletas de grano. Siguieron ascendiendo por la Vía de Nimar, sabedores que en cuanto abandonaran la Marca, la calzada se transformaría en un sinfín de caminos abruptos, por los que carros y soldados sufrirían para avanzar.    En la noche que esperaban ver la luna nueva, la columna acampó por vez primera fuera de los territorios gobernados por los hombres grises. Según los mapas, en cuatro o cinco jornadas, atravesando valles cada vez más estrechos, alcanzarían las Gargantas, junto a las que ascendía el único paso practicable, el de Hamamel, que evitaba el oeste, el hogar de sus ancestrales enemigos, el pueblo murriano.
 Faltan 20 fragmentos para terminar la historia.

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