En la contratapa del libro "Cuentos para pensar" de Jorge Bucay (2001, Editorial Oceáno de México, S.A. de C.V.) está una pequeña historia que uso con bastante frecuencia en mis charlas sobre aprendizaje...
El maestro sufí contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían su sentido... -Maestro- lo encaró uno de ellos una tarde-. Tú nos cuentas los cuentos pero no nos explicas su significado... -Pido perdón por eso- se disculpó el maestro-. Permíteme que, en señal de reparación, te convide con un rico durazno. -Gracias maestro- respondió halagado el discípulo-. -Quisiera, para agasajarte, pelarte tu durazno yo mismo. ¿Me permites? -Sí. Muchas gracias -dijo el alumno-. -¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo? -Me encantaría, pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro... -No es un abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte... -Permíteme también que te lo mastique antes de dártelo... -No, maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso! -se quejó sorprendido el discípulo-. El maestro hizo una pausa y dijo: -Si yo les explicara el sentido de cada cuento, sería como darles a comer una fruta masticada.Mi comentario: ciertamente, muchas personas esperan a que les den "recetas mágicas e instantáneas" para resolver sus problemas o interrogantes...como si todo pudiera resolverse así de fácil...vivimos en tiempos de mucha complejidad y tenemos que estar alertas y ser muy creativos para lidiar con todo lo que nos rodea y la rapidez con la que todas las cosas se mueven a cada "nanosegundo"...