La semana pasada me estuve muriendo de un resfriado (idiota) de verano. Pero que me estuviese muriendo no iba a evitar que fuese a la última clase de novela en el Laboratori de Lletres. Allí, entre moco y moco, nos recomendaron diez cuentos —que resultaron ser once— de esos que hay que leer, porque molan, porque enseñan a escribir, porque han hecho historia.
Hoy, no tengo mucho más que decir, en realidad: ya que los tenía que recopilar para mí, aquí quedan para todos y todas.
Será mi gesto altruista de la semana…
El nadador, de John Cheever (1912-1982)
La noche boca arriba, de Julio Cortázar (1914-1984)
Las ménades, de Julio Cortázar (1914-1984)
Invasió subtil, de Pere Calders (1912-1994)
La noche de Jezabel, de Cristina Fernández Cubas (1945)
Los asesinos, de Ernest Hemingway (1899-1961)
La tristeza, de Antón Chéjov (1860-1904)
Catedral, de Raymond Carver (1938-1988)
Punto de vista en Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlín (1936-2004)
Un día perfecto para el pez plátano, de J. D. Salinger (1919-2010)
El avión de la Bella Durmiente, de Gabriel García Márquez (1927-2014)