Martes 27 de julio, 20:00 horas. Sala de Cámara del Auditorio de Oviedo. Concierto del alumnado de cuerda, Escuela Internacional de Música de la Fundación Príncipe de Asturias.
Ya comentaba que los músicos nunca tienen vacaciones, e incluso en el verano aprovechan para realizar cursos de perfeccionamiento como estos organizados por la Fundación, con un elenco de profesores de talla mundial imbuidos por el espíritu de Yuri Nasushkin: "una educación basada en el amor y el respeto", con gente muy joven venida incluso de Rusia o Corea (aunque residiendo en Londres) atraídos no sólo por el pretigio de la escuela sino también por el ambiente de esta ciudad. Los melómanos saben que el asentamiento hace 30 años de Los Virtuosos de Moscú en Asturias supuso un antes y un después en la educación musical de nuestra tierra, y que en mis años de estudiante nadie podría imaginar que pudiésemos tener no solamente pianistas sino toda una generación de músicos que están haciendo buena la inversión logrando unos réditos que los economistas no conocen. Y quienes me siguen desde aquí conocen mi afición por escuchar de cerca a las figuras del mañana, por lo que este martes tocaba concierto de cuerda.
El programa e intérpretes que figura arriba, da buena cuenta del nivel técnico del joven alumnado, con obras realmente difíciles, contando con el acompañamiento al piano de un excelente profesorado con el que han trabajado este repertorio codo con codo a lo largo de estos días. De todos ellos quiero hacer mención especial de los siguientes:
Entre los alumnos de violín del concertino de la ONE Sergey Teslya, la jovencísima Patricia Cordero Beltrán (acompañada al piano por Consuelo Heres) quien con un desparpajo increíble nos dejó Die Biene (La Abeja) de Schubert y la Pequeña marcha vienesa de Fritz Kreisler, realmente increíble ya en sonido, afinación e interpretación pese al tamaño del violín lógico para su edad, e Ignacio Rodríguez Martínez de Aguirre, mi querido "Don Ignacio" (con el piano de Óscar Camacho), también atreviéndose con el Prelude & Allegro del mismo virtuoso vienés, cada vez más maduro no sólo interpretativamente, sino impecable de técnica y con unas tablas que le hacen parecer mayor por su forma de afrontar el repertorio que elija, siempre y cuando tenga tiempo para todo.
La chelista Sara Ortega López, alumna de Viguen Sarkissov nos dejó la Tarantela de W. Henry Squire (con el piano de Consuelo Heres) con una sencillez pasmosa que no olvidó ese caracter de danza popular desde un sonido realmente trabajado.
La rusa Kristina Edin (alumna de Rinat Ibragimov con Óscar Camacho al piano) quiero destacarla por lo difícil del instrumento y la elección de la obra de un virtuoso como G. Bottesini capaz de hacer sonar en el contrabajo la Sonnambula de Bellini como si cantasen la soprano y luego el tenor, una fantasía que requiere de un despliegue virtuosístico que es del todo admirable.
Se escribe mucho de la cantera musical que hay en Asia, en especial Japón, China y Corea, algo por otra parte proporcional a su población, o del Método Suzuki con todo lo que conlleva aunque su formación la sigan completando en Europa. Poder escuchar tan cerca estos niños prodigios sigue siendo increíble desde nuestra mentalidad occidental, pero reconozco que están en otra galaxia, y si además tienen al mejor profesorado los resultados finales no pueden ser nunca malos.
Lo dicho, un lujo poder asistir a conciertos de alumnos como este.