Escucho una entrevista que le hacen en la radio al doctor Benito Maceira, jefe del Servicio de Nefrología del Hospital Universitario de Canarias. Su discurso es demoledor. Asegura que comer sano es muy caro y lamenta que ningún responsable político haya hecho “el más mínimo intento de hacer una política de abaratamiento de la comida sana para la población”.
Además, relaciona esta dificultad de acceso a los alimentos más sanos con la obesidad y sus terribles complicaciones sanitarias no sólo para las personas que las padecen, sino también para el propio sistema, que debe soportar un sobrecoste muy importante a causa del tratamiento de patologías relacionadas directamente con cómo nos alimentamos.
Busco y me entero de que Canarias tiene el índice de obesidad mórbida más elevado de toda Europa y, además, leo que la mitad de la población infantil canaria tiene sobrepeso. A esto se suma que las Islas tienen uno de los índices de pobreza más elevados de España, también de Europa.
Para mayor alegría, el triple de enfermos diabéticos en diálisis que la media nacional porque a pesar de tener más o menos la misma cifra de personas con esta enfermedad que otras comunidades, la diabetes se adelanta en Canarias y aparece en personas más jóvenes y, por tanto, con más años para desarrollar complicaciones y fallecer debido a ellas.
En fin, un cuadro desolador que, como poco, asusta.
Con toda esa información me voy a comprar. Me propongo comprobar si lo que dice el doctor Maceira es verdad. Quiero ver si me cuesta más hacer una ensalada o un potaje que comprar alimentos procesados, refinados, azucarados, coloreados, impregnados en grasas trans y atractivamente empaquetados.
Lamento darle la razón al médico: comer sano es bastante más caro que envenenarse.
Con lo que te cuesta un kilo de calabaza, que por sí sola no te resuelve un almuerzo, puedes llevarte a tu casa una caja de magdalenas de 700 gramos que te da para dar de desayunar a tu familia toda la semana. Con lo que pagas por un kilo de tomates de ensalada o una docena de huevos, puedes hacerte con un palmerón de azúcar (ese es su nombre, imaginen el tamaño) para dar de merendar a tus niños con un juguito de bote. No voy a referirme al precio de la fruta porque esto se haría interminable pero en muchos casos es un artículo de lujo.
Entiendo que las personas que tienen pocos recursos económicos tiren de productos procesados y baratos porque el propio sistema les impide acceder a alimentos frescos y saludables. Lo que no me cabe en la cabeza es que los gestores de la sanidad pública se limiten, históricamente, a mirar para otro lado ante una cuestión que es de vida o muerte, según las palabras del doctor Maceira.
Otro tema para un día de estos es lo que la gran industria de la alimentación está haciendo con nosotros, que nos dejamos manejar y aplaudimos cada nueva ocurrencia. Aquí les dejo una muestra, por si no saben qué cenar esta noche y, como bien se apunta en el vídeo, por si además quieren unir a toda la familia.