La moda, o el fashion, definida textualmente como “costumbre en boga durante un tiempo”, empujaba en mi niñez a la gente a comprar el coche más grande tal como ahora la empuja a adquirir el más compacto. La lucha doméstica por hacerse del más reciente modelo de televisor continúa igualita hoy en día, aunque la T.V. popular sea lo más delgada posible. La moda aliena a cada vez mayores masas de gente frenética por destacar entre sus iguales, y es de ver la cara de la chica o no tan chica que, con aire de suficiencia extrema, afirma haberse puesto los implantes porque “así soy auténticamente yo, y porque yo hago con mi cuerpo lo que me da la gana”, ignorando al centenar de clones que la rodean y los riesgos del pezón necrosado o de la prótesis rechazada por el organismo. La moda furiosa y efímera refleja la evolución acelerada de este inicio de milenio, y las tendencias que imponen la vestimenta o los accesorios y peinados vienen a ser lo mismo que las versiones sucesivas e inmediatas de los programas informáticos, las computadoras o los elementos portátiles de comunicación. Casi terminas de cambiar tu teléfono móvil por el nuevo modelo más caro, cuando debes hacerte de un Blackberry, o no eres nadie. Y éste ya expira ante el I-Phone, que a su vez dará paso en cuestión de meses al I-NO o como se llame. La excusa perfecta: “es que si no lo tienes, aunque tu pinta no vaya con tu déficit económico, te pones al margen de la comunicación mundial y sobre todo de la gente con la que quieres alternar en plan de igualdad”…y eso en un mundo cada vez más poblado y cada vez también mas lleno de gente sola que tropieza a cada momento, en la calle o en Internet, con otros solitarios.
En pocos meses, lo que era absolutamente necesario pasa a ser anticuado, por la presión mediática pagada por el mercado consumista y la que ejerce la industria sobre la moda que vende o, más bien, impone brutalmente a quienes buscan realizarse, definirse, tener éxito o al menos aparentarlo, para ser felices. Esa mayoría alienada debe seguir consumiendo. Por tanto, hay que seguir modificando continuamente lo que se usa y lo que no. Mientras, la infelicidad personal y mundial crece y crece, por la sencilla razón de que el ser humano no es una cosa, y por ende no puede satisfacerse llenándose de cosas, mientras descuida sus demás dimensiones. El gusto propio y la individualidad personal siempre estarán por encima de la imitación que impone la moda, en esa búsqueda frenética de la felicidad. Yo he sobrevivido hasta hoy a pesar de resistirme a ser el típico consumista del producto de última hora, y me he divertido horrores viendo a la masa ser manejada como un títere de mil cabezas y una sola idea por quien se enriquece, mientras permanece discretamente en la sombra, con la repetición, con la publicidad, con la producción, con la guerra, con la salud, con la credulidad, con el vacío existencial, con la oscuridad, con la banalidad, pero me gustaría leer por aquí la voz de alguien que defienda su libertad de ser esclavo del fashion.
Escrito por: Gustavo Löbig