Médico y filósofo, muchos le creen un discípulo tardío de Pitágoras. Otros son de la opinión de que ambos pudieron influirse mutuamente en sus planteamientos ideológicos. El caso es que Alcmeón de Crotona fue un hombre adelantado a su tiempo. Centró su atención en el estudio de la percepción. Le preocupaba cómo las personas podíamos captar los estímulos visuales y auditivos. Para probar sus hipótesis, llegó a practicar disecciones (algo totalmente prohibido en su época y muchas veces castigado con la muerte). Para la mentalidad generalizada de la época, las personas y sus destinos eran obra de los dioses y éstos no podían ser cuestionados por los simples mortales. Ningún ser humano podía osar quebrar esas creencias. Pero para Alcmeón, como para muchos otros médicos de la antigüedad que le precedieron o vivieron muchos siglos después, la necesidad de encontrar respuestas pudo más que el miedo a desafiar a aquellos dioses. Por ello se le conoce como el primer anatomista del que hay evidencia en la historia.Diseccionó el órgano visual y siguió el trayecto del nervio óptico hasta el cerebro. Esta intervención que tanto nos cuesta imaginar para la época de la que estamos hablando, le permitió convencerse de que sus intuiciones sobre la percepción visual eran acertadas, pues dio con la evidencia que defendemos 25 siglos después: no vemos con los ojos, sino con el cerebro.Alcmeón de Crotona concluyó que el cerebro es el centro del entendimiento, de las sensaciones, del pensamiento y de la memoria. También que sólo el cerebro y el corazón estaban conectados con el resto del organismo. Centrándose en el origen y el proceso de las sensaciones, creó la tabla pitagórica de las oposiciones (dulce/amarga, blanco/negro, grande/pequeño) que ponía en relación sensaciones, colores y magnitudes. Elaboró una teoría sobre la inmortalidad del alma y su continuo movimiento circular, atribuyéndoles alma no sólo a los hombres, sino también a los astros.También trató de formular una hipótesis sobre el sueño o hipótesis vascular, por considerar que el sueño era el resultado de un aumento de la cantidad de sangre.
También es curioso cómo el paso del tiempo no ha impedido que sus tesis sigan resultando válidas en un mundo tan cambiante y frenético como el que nos envuelve a todos. Tal vez porque cambian los instrumentos que utilizamos, pero en esencia, las personas seguimos siendo las mismas y pecamos de los mismos errores y de las mismas debilidades.Wundt estudiaba los fenómenos de la conciencia en el laboratorio, intentado medir lo que no siempre puede ser medido y replicar lo que a veces es imposible replicar. Freud prefería centrarse en lo que reprimimos por falta de valor para enfrentarnos a ello, encontrándose con la resistencia de muchos pacientes a adentrarse en terrenos que a veces resultaban de lo más siniestros.William James, en cambio, optó por desarrollar una psicología más funcional, que pudiese resultarnos más útil aquí y ahora, sin necesidad de embarcarnos en un proceso que conllevase interminables años de terapia en busca de la causa de nuestros supuestos conflictos internos. James no sólo fue psicólogo, también fue filósofo y pedagogo. Defendía la tesis de que, al margen de la vida cotidiana de cada uno, las personas nos formamos una vida mental, construida a base de nuestras sensaciones, nuestros recuerdos, las atribuciones que hacemos a todo lo que nos pasa o no nos pasa y sobre todo de nuestras creencias, sean las que sean. Para James la veracidad de esas creencias es lo de menos. Lo que cuenta de verdad es que a las personas que las sostienen les resulten útiles y les ayuden a seguir adelante con sus vidas sin perder el juicio por el camino.Si creemos en algo, sea en un dios, sea en una fuerza natural o en los sentimientos que nos inspira otro ser humano, independientemente de que esas creencias se correspondan con la realidad, si para nosotros son certezas y nos hacen sentir a gusto dentro de nuestra propia piel, ¿para qué vamos a cambiarlas?Mientras nosotros nos sintamos bien creyendo lo que creemos y sintiendo como sentimos, no tiene sentido que nos preocupemos porque otras personas no crean lo mismo que nosotros. A ellas les funcionarán otras cosas y serán felices a su propia manera.El problema viene cuando esas creencias nos llevan a la decepción porque sucede algo inesperado que nos hace ver otra realidad distinta a aquella en la que parecíamos vivir tan a gusto. Esos inconvenientes que ahora dibujan horizontes distintos a los esperados, acaban cuestionando esos pilares sobre los que nos habíamos empeñado en edificar toda nuestra existencia. Esas personas que creíamos tan imprescindibles y que, de un tiempo a esta parte, se han vuelto tan invisibles que nos cuesta hasta reconocerlas. Esas verdades que creíamos inquebrantables y que ahora parecen tan frágiles que se nos antoja que se nos podrían deshacer en los dedos si pudiésemos tocarlas.En esos momentos de crisis, en los que nos parece que nos hayamos pasado la vida encerrados en una burbuja de cristal o en una mentira permanente, es muy fácil que nos sintamos derrotados y que sólo nos quede espacio en nuestra mente para la desconfianza y para el miedo a volver a equivocarnos. Pero todas las crisis son pasajeras y nos tienen que servir para hacernos más fuertes.Si las viejas convicciones ya no nos sirven, busquemos otras nuevas. Si los viejos amigos ya no nos entienden, quizá haya llegado el momento de dejarlos partir o de partir nosotros. Todos tenemos derecho a encontrar nuestros propios caminos y a explorarlos sin miedo, aunque a los ojos de otros sean caminos equivocados.Sin lamentos, sin dramas inútiles, sin buscar culpables que no existen. Liberemos nuestras mentes de todos aquellos contenidos que ya se le han quedado obsoletos y poblémoslas de nuevos momentos, de nuevas personas que nos aporten lo que necesitamos hoy, que es muy distinto de lo que necesitábamos ayer y también de lo que precisaremos mañana. Fluyamos con la vida y con lo que sentimos hoy y ahora. Porque tenemos la inmensa suerte de estar vivos y sólo en nuestras manos y en nuestras mentes reside la determinación de sacarnos el mejor partido posible y de no perder nunca la ilusión ni la esperanza.
Estrella Pisa
Psicóloga col. 13749