Tengo la tonta idea de que terminando esta etapa de mi vida (cualquier cosa que eso signifique) entonces voy a estar bien, y todo marchará como en mis más chaqueteros sueños. La verdad es que aunque me sacara la lotería y me pusiera el cerebro de Raymond Chandler, seguiría igual de infeliz.
Durante las vacaciones de semana santa y poco después tuve el impulso de abandonar mi casa por unos días con la idea de estar solo y poder escribir algunas cosas que tengo en mente. No hice nada. Entre la hueva de cambiar la rutina y la total falta de dinero me enquisté en el departamento y las peleas con mi esposa.
Le comenté a mi psicóloga que tenía este deseo poderoso de mandar todo a la chingada y largarme unos días solo. Pero llegamos a la conclusión de que no era el momento adecuado.
Luego, por azares del destino, un día mi jefe me dice: "La próxima semana te vas a Acapulco cuatro días". Obviamente mi reacción fue de sorpresa, luego de gusto y finalmente de angustia, misma que duró durante todo el viaje y se esfumó apenas aterricé de nuevo en esta bendita ciudad.
No pude "disfrutar" el viaje como se supone debía hacerlo. Las noches las desperdicié viendo tele por cable y jugando videojuegos, y las tardes no pude asolearme como me hubiera gustado. Para acabarla de joder en las mañanas me la pasaba angustiado porque no pude integrarme al grupo con el que viajé (raro en mi) y estaba más preocupado por pasar desapercibido antes de que se dieran cuenta de que seguía ahí.
El resultado: un viaje totalmente inocuo, frustrante y estúpido personal y profesionalmente.
La lección: "ten cuidado con lo que deseas porque se te puede hacer realidad", el problema de esto es que una vez que lo tengo, lo desperdicio, no sé qué hacer con él y termino cagándola.