Estamos llegando a límites que rozan la ciencia ficción. Lo digo por la última noticia que publica en estos días el diario 20 Minutos (www.20minutos.es) en la que aseguran que el gigante informático Microsoft está trabajando en un sistema con el que se pueda controlar a los empleados de una empresa. De esta manera, se fiscalizaría la actividad del empleado a través de un sistema multimodal con el que se podrían obtener datos sobre el comportamiento de los empleados en sus ordenadores, llamadas telefónicas y conducta gestual.
Veo que ya se les empiezan a poner los pelos de punta porque hoy en día son pocos, por no decir ninguno, los trabajadores que se sientan ante un ordenador, y aún muchos menos los que no tienen un sistema operativo que no se cuelga, y da garantías de total funcionalidad como es Windows. Por lo que, lo siguiente es conocer de qué forma se va a realizar dicho control, para buscar la manera de evitarlo.
Pues lo va a poner en marcha gracias a la tecnología del sensor Kinect, un artilugio capaz de analizar los comportamientos del individuo en cuestión pero que además también es capaz de controlar que ropa llevamos, de que hablamos con nuestros compañeros y me atrevería incluso a decir que hasta saber si nuestro perfume es demasiado fuerte. Cómo les decía, suena a ciencia ficción pero es tan real como la vida misma.
Ahora empleados ejemplares como Rupiañez, el que tengo en la oficina de Patentes de Corso (www.wikipedia.es) en la que trabajo por las tardes, verá como se terminan sus Días de Gloria en los que lo único que ha hecho ha sido subir peldaños pisando a sus compañeros como si fueran escalones. Así ahora nuestro jefe, Don Aniceto, verá a través de este nuevo dispositivo que Rupiañez no solo le critica sino que si controla sus llamadas podrá oír incluso como vende secretos de la empresa a los chinos.
Por lo que si queremos tener un trabajo digno que esté libre del yugo del mandamás y que nos deje unos minutos para organizar nuestro correo o para llamar a nuestra madre para que nos vaya calentando la sopa, neguémonos a que nos controlen tan flagrantemente porque si de verdad esto llega algún día a ponerse en marcha, les aseguro que utilizaré mi finiquito para dejárselo instalado a mi jefe en su ordenador. Así su esposa verá desde casa porque Don Aniceto y su secretaria se quedan hasta tan tarde “trabajando” en la oficina.
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…
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