¡Cuánto daño ha hecho en las economías españolas
programas como Bricomanía o Decogarden! Realmente, cuando ves éstos programas
dices “¡bua, que fácil!, ¡eso lo hago yo!”. Claro que es fácil... como que el
presentador del programa es un “pofesional” de la carpintería, pintura,
electricidad, fontanería etc, etc, etc… ¡Y encima tiene todas las maquinistas,
clases de pinturas y productos que puedas encontrar en una ferretería
"gratis"! Porque no hay que olvidar que éste tipo de empresas son las
que patrocinas esos programas.Luego, en la vida real, pasa lo que pasa. Hay
quienes son unos manitas y ¡hay quien la lía parda!El manitas, generalmente, como disfruta haciendo
trabajos en su casa y busca un acabado perfecto en todo lo que hace, a lo largo
de los años ha acumulado un “arsenal” de maquinaria y ha adquirido una serie de
conocimientos fruto de equivocaciones, investigaciones y, sobre todo, mucha
práctica. Vamos, fácilmente podría trabajar como profesional autónomo. Otra cosa es el manimanitas que además no es ni
aficionado a las manualidades. Éstos, por norma general, encima que no saben,
lo suelen arreglar todo yendo a los chinos y, como mucho, a la sección
correspondiente de, por ejemplo, por ejemplo, Carrefour. Bueno, y ya es lo más
de lo más cuando van al Leroy Merlin. No sé qué opción es peor:- Porque quien va a los chinos lo que compra suele ser
de muy mala calidad. Encima, como no está acostumbrado a utilizar esos
materiales, le suelen pasar cosas en plan “se me ha roto el borde del jarrón y
voy a comprar un pegamento de esos súper rápidos que lo pegan todo”. Pero todo,
todo, todo ¡hasta los dedos! Eso se podría llamar perfectamente el “Síndrome de
la taza de té”, con el pulgar y el índice pegaditos y los otros tres dedos
tiesos...- Luego, como he dicho antes, está el que va al
pasillo correspondiente de Carrefour y, mirando el precio, compra a su libre
albedrío. Oh, oh... PELIGRO-PELIGRO-PELIGRO. Lo de éstos son como las recetas
del ¡Hola!: siempre hay uno o dos ingredientes que no hay forma de
encontrarlos, son caros o, peor, no se sabe lo que son. ¿Qué se hace? Fácil, se
sustituye por otro o directamente no se echa. Resultado: cualquier parecido con
la receta original es pura ficción. Bien... pues esto llevado al mundo del
bricolaje es lo mismo, con la diferencia de que la comida la tiras y “la obra
maestra” tiene que ser arreglada por un profesional del gremio ¡porque eso no
se puede quedar así! (ésta frase la suele decir la persona que vive con el
manimanitas). Así que, a la factura del Carrefour y a la pérdida de tiempo
personal, hay que sumarle la factura oficial del que ha arreglado el
desaguisado.- Y por último, el que decide que su nueva afición va
a ser el bricolaje y se va a una tienda especializada para dejarse asesorar por
el dependiente cuyo objetivo es vender lo que haga falta y, si es caro, mejor.
Pobrecillo, es como un pequeño cervatillo suelto en mitad de un bosque
con lobos... La historia de estos acaba de forma parecida a la de los
anteriores...