Cuidado! El éxito tambien tiene sus trampas

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

El éxito es un concepto relativo. Para algunas personas es reconocimiento, fama y dinero. Para otras, equilibrio y paz.

Son posibles tantos conceptos de éxito como personas haya en el mundo. En ese contexto, lo único cierto es que, cualquiera sea su definición, este siempre se percibe como una suerte de consecuencia natural a un camino agrietado, que ha implicado escalar un monte de problemas y navegar por un mar de dificultades.

Sin embargo, el experto mexicano en estrategia e innovación Horacio Marchand prende las alertas alrededor de esta palabra que parece rodeada de atributos.

Este experto considera que el éxito es un arma de doble filo, pues la ganancia y el triunfo podrían cegar a una empresa a un punto tal que, después de conseguir la cima, se crea "superior, imbatible y perenne".

Si nos fijamos en la lista de las 500 Fortune, desde 1970, cerca de un tercio ha desaparecido por fusiones, quiebras o disolución de las corporaciones.

¿Por qué?

Marchand atribuye estas caídas, en buena parte, a problemas de actitud que han incidido en la toma de decisiones: "Una vez arriba, cuando la cima de la montaña se acaba, el cuerpo se afloja, busca donde sentarse, el espíritu se empieza a apagar y la energía vital desaparece por completo".

Tampoco es cuestión de satanizar el éxito. Es deseable y legítimo. Simplemente hay que estar conscientes de ciertos riesgos subyacentes.

Marchand los clasifica como los ocho pecados del éxito, aquí un acercamiento:

Complacencia

Es la satisfacción que resulta de lograr algo.

Es muy tentador, pues después de haber recorrido ese largo camino y haber atravesado muchos obstáculos, viene una etapa de relajamiento. Para superar este pecado, es necesario que la empresa caiga en una crisis, un evento que la levante de los dulces sueños del éxito y, nuevamente, la coloque en la pista de la competitividad.

Arrogancia

Caer en este pecado implica derribarse en pleno vuelo, es creerse superior al resto y no ser capaz de reconocer las propias equivocaciones.

Una empresa arrogante se vuelve ciega a la competencia, es sorda a los comentarios de los clientes, se queda sin olfato, es inflexible y burlona. ¿Cómo lidiar este mal?, pues nuevamente la solución está en el baldazo de agua fría que provoca una crisis.

Politiquería

La política es una parte esencial del humano y está presente en todas partes. Lo que no conviene es que la empresa se convierta en un campo de batalla, donde la competencia ya no es con otra empresa, sino entre cada uno de los empleados.

Marchand dice que una empresa exitosa es la más propensa a la politiquería porque la energía hacia fuera, hacia el mercado, está resuelta. Para poder afrontar este problema es necesaria la creación de un nuevo proyecto en el que se ponga a trabajar a cada uno de los empleados, desintegrando grupos y haciendo visible un objetivo común.

Miopía métrica

Se incurre en este pecado cuando una empresa exitosa revisa una y otra vez su utilidad, su flujo de efectivo y sus balances y se olvida de lo más importante: los clientes.

Si la métrica continúa siendo la misma, la competitividad se detiene, la zona de confort se hace más grande y las ganas por seguir en la lucha se esfuman. Marchand recomienda segmentar la base de clientes, guiarse por penetración de mercado y elaborar promociones dirigidas, no masivas.

Unidimensionalidad

Este pecado se refiere a la empresa que se aferra a ese elemento que en el pasado le sirvió para llegar adonde está. Este tipo de empresas cree tener la receta para el éxito. Para superar esta tentación, hay una única solución: la innovación.

Fuga de talento

Cuando una compañía cae en estos pecados, crea un ambiente inseguro para las personas que tienen talento porque van a huir de la mediocridad. Esto hace que un ambiente de cambio e innovación queden de lado. De todos los pecados, este podría ser el más lamentable, pues en una etapa de riesgo o crisis empresarial, los talentos son los que pueden trabajar por una solución.

Incrementalismo

El objetivo de las empresas es vender más o gastar menos. Según Marchand, lo urgente mata a lo importante, lo táctico a lo estratégico, la extrapolación a la imaginación, la continuidad elimina la posibilidad de una discontinuidad, el cómo mata al qué.

La empresa entra a una etapa en la cual se deja atrapar por la eficiencia operativa y renuncia a la eficacia estratégica.

Negación

Impide ver el avance de la competencia y del peligro de sus estrategias. Tal como lo afirma Marchand, cuando ya no se miran las oportunidades en un negocio, es cuestión de tiempo que el éxito se acabe.

Las alertas están dadas. El éxito es un fruto jugoso que, mal manejado, convierte una gran noticia en un gran riesgo. Relea los ocho pecados y haga su propia mea culpa.

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