El sector emplea a casi dos millones de personas. Es de las escasas actividades que sigue generando más puestos de trabajo, año tras año, a pesar de la crisis. Y su tasa de desempleo se sitúa seis puntos por debajo de la media nacional. Por otro lado, esta industria es un contribuidor neto a la balanza de pagos ya que el saldo entre ingresos y pagos no solo es positivo sino que, el pasado ejercicio, esta cantidad aumentó un 14% compensando otras rúbricas que restan.
Con estos mimbres, y a la espera de la llegada de algún macrosector en la economía española que pueda hacer de fuerza tractora para generar más actividad económica y recuperar el empleo, el turismo se convierte en una rara avis, en un espécimen extraño y valioso al que hay que preservar de todo mal ya que, de momento, nos salva de un mayor cataclismo.
Para conseguir que siga ofreciendo sus frutos y se mantenga como un pilar fundamental de la economía española, debemos tener muy claro que es lo que se debe hacer, tanto desde el ámbito público como en el privado, para mantenerlo competitivo en el contexto internacional actual y que España continúe siendo una de las más importantespotencias mundiales en este sector.
Para ello hay algunos ejes fundamentales que se han de tener muy presentes. Desde un punto de vista general, la administración ha de velar por el mantenimiento de la imagen de la marca-país y su proyección internacional como medida de preservación frente a competidores. Ha de vigilar que los precios del transporte no sean un factor debilitador de nuestra oferta. Además, se debe proceder a una adecuada armonización de la legislación turística de los diferentes entes locales, comunidades autónomas y del Estado así como una cierta convergencia de las políticas turísticas de cada una de las administraciones que redunde en reducción de costes.
Debates como el actual sobre la conveniencia o no de la aplicación de una tasa turística en algunos puntos de España, -que en Cataluña quieren convertir en impuesto para que no exista la obligación de destino finalista al sector-, se deben cerrar con rapidez para que no existan incertidumbres empresariales que demoren inversiones.
Si la administración quiere potenciar el sector turístico la aplicación de una política fiscal incentivadora, con un IVA más reducido que el actual, mejoraría la competitividad española en el ámbito internacional.
Desde el plano sectorial se ha de caminar hacia una mayor desestacionalización mediante una diversificación de las ofertas y productos de ocio, con una renovación constante de los destinos y una apuesta por la mejora de la calidad junto a la potenciación del turismo de negocios y la búsqueda de nuevos mercados receptivos, como el ruso que, año tras año, se incrementa de manera vigorosa.
Junto a todo ello la constancia en la maximización de costes y una gestión flexible de los recursos humanos son piezas imprescindibles del empresario turístico. Todos estos elementos deben combinarse con una decidida apuesta por la sostenibilidad, no tan solo desde el punto de vista medioambiental, sino también y de manera primordial, en el ámbito económico. Y es que las apuestas empresariales deben tener muy presente la rentabilidad a medio plazo de las inversiones.