Culebrón de Pasión (otra vez)

Publicado el 21 abril 2011 por Adanero

[Estoy vago para escribir. Hay muchas cosas en el tintero pero no soy capaz de juntar dos palabras. Así que para no abandonarles del todo les dejo una entrada que ya publiqué hace dos años. Muy apropiada para estas fechas. Espero que la disfruten.]
A Enrique Ignacio Francisco hay dos cosas que le encantan. Vivir y beber. O como a él le gusta decir, en un desafortunado juego de palabras, le gusta viber. Y también le gusta María Verónica del Rosario. Pero su amor no es correspondido. María Verónica del Rosario le da largas. ¡Más que largas! Le está llevando por el mismísimo camino de la amargura. Y él se siente flagelado por esa indiferencia. Inmóvil. Como atado a una columna. Reconoce que ese amor imposible es como sentir espinas clavadas en su cabeza. O lo que es peor, como una lanzada que atraviesa su costado.
Su madre, doña Ascensión de los Dolores, ya se lo dice: "No pienses más en ella. Mira cómo estás… Deja de llorar como una magdalena. Qué pinta tienes… Deberías cuidarte, estás hecho un ecce homo. Venga, Enrique Ignacio Francisco, levántate y anda. Vete con tus amigos. Tienes una cena con ellos y tal vez sea la última."
Pero él no reacciona. Hace tiempo que su vida se ha convertido en un auténtico vía crucis.
Insiste. Pero María Verónica del Rosario se hace la tonta. Se anda por las ramas (de un olivo) sin decirle si sí o si no. Él pide que tenga piedad, que no sea tan dura. Que esa falta de amor es una cruz muy pesada de llevar. Y ella se niega a corresponderle. Una, dos y hasta tres veces.
Pero lo que realmente le duele es que María Verónica del Rosario se deje ver con su amigo Pedro Tadeo Simón retozando por el monte (con olivos o sin ellos) y éste también se lo niegue hasta tres veces. Es más, que Pedro Tadeo Simón haya comprado el silencio de sus amistades a cambio de unas monedas y que éstos acepten y se laven las manos, lo ha acabado de hundir. Esa traición no la puede entender. Aquello se ha convertido en un calvario que acabará crucificándolo para siempre.
Heinrich Ignaz Franz Biber - Mysterien Sonaten (Sonatas del Rosario)
X. La Crucifixión
Alice Piérot, Les Veilleurs de Nuit

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