Amar es apagar el miedo a manguerazos de esperma. Sonreír frente a las noticias de un televisor llorón. Masticar y alimentarse sin comida. Disfrutar de las cosas que no se ven de tan pequeñas. Lavar el coche con el sudor sobrante de una noche sexualmente activa. Se enamoró de un culo de goma. Descubrió que la importancia no está en el objeto, está en el hecho. Vivió su historia de amor sin miedo al que dirán. La gente con temor encuentra dificultades para ser feliz. Lo normal se esconde en el cínico deseo de la imposición que se propaga como un virus en un cuerpo debilitado. Su chica de látex le daba todo sin quitarle nada. Él le regalaba flores de plástico, por supuesto. Vale que fuera parca en palabras, que no supiera cocinar, que no pudiera tener hijos. A cambio de esas menudencias, ella siempre estaba dispuesta y receptiva, sin quejas ni estériles discusiones, y además su piel no envejecía.Las noches de primavera en el jardín eran inolvidables, sobre todo cuando después de la cena acababan desnudos en la piscina y ella flotaba como una diosa mientras él se hundía como lo hace un humano relleno de huesos creados para la fosa.Aguantó lo que pudo. Hasta que la cercana muerte transformó la sangre bombeada de su corazón en miedo líquido.Ella se recicló en una caja de cincuenta preservativos y él en orgánica materia dispersa en la normalidad. A su manera seguían dando felicidad a otros.
Amar es apagar el miedo a manguerazos de esperma. Sonreír frente a las noticias de un televisor llorón. Masticar y alimentarse sin comida. Disfrutar de las cosas que no se ven de tan pequeñas. Lavar el coche con el sudor sobrante de una noche sexualmente activa. Se enamoró de un culo de goma. Descubrió que la importancia no está en el objeto, está en el hecho. Vivió su historia de amor sin miedo al que dirán. La gente con temor encuentra dificultades para ser feliz. Lo normal se esconde en el cínico deseo de la imposición que se propaga como un virus en un cuerpo debilitado. Su chica de látex le daba todo sin quitarle nada. Él le regalaba flores de plástico, por supuesto. Vale que fuera parca en palabras, que no supiera cocinar, que no pudiera tener hijos. A cambio de esas menudencias, ella siempre estaba dispuesta y receptiva, sin quejas ni estériles discusiones, y además su piel no envejecía.Las noches de primavera en el jardín eran inolvidables, sobre todo cuando después de la cena acababan desnudos en la piscina y ella flotaba como una diosa mientras él se hundía como lo hace un humano relleno de huesos creados para la fosa.Aguantó lo que pudo. Hasta que la cercana muerte transformó la sangre bombeada de su corazón en miedo líquido.Ella se recicló en una caja de cincuenta preservativos y él en orgánica materia dispersa en la normalidad. A su manera seguían dando felicidad a otros.