Otros acudimos a von Schirach, sin embargo,por el interés que nos suscita la poco frecuente incursión de los juristas en el mundo literario para tratar sobre los temas que mejor conocen, y que no obstante suele dar buenos resultados. La impresión general fue de cierto desencanto, aunque había algo que de todas formas nos impulsaba a darle un margen de confianza.
Ese algose ve mejor trabajado y expuesto en su segundo volumen de relatos, “Culpa”, donde no dejamos de encontrar una panoplia de crímenes aborrecibles, pero apreciamos que el modo de contarlos –es decir, el arte literario a fin de cuentas- ha variado lo suficiente para conferirle mayor entidad. Y es que el título ya anuncia lo que vamos a encontrarnos: una reflexión sutil, apenas discernible, sobre el concepto de culpa, sus perfiles, volubles adjudicatarios y amplios efectos. La culpa del delincuente “espontáneo”, la culpa de los que no hicieron todo lo posible por evitar el mal, la culpa intrínseca de quien parece haber nacido para ser víctima, y la estremecedora ausencia de culpa de esos tipos que, más allá del sentido común y la capacidad de empatía, parecen haber nacido para victimarios. La culpa del abogado, del juez y del testigo. La culpa del azar, incluso.
Semejante propósito requería de una escritura más “literaria” que en libro anterior. Y aquí von Schirach demuestra tener mayor talento de lo que nos ha dado a entender: sin abandonar su prosa seca, tajante, los párrafos en los que reconstruye lo que podía haber sucedido adquieren un vigor narrativo que los aproxima a los logros de un Carver, en cuanto a su capacidad de sugerencia. Asimismo elabora con buena mano el transcurso del relato y su final, abierto o lapidario, según los casos, donde no suele faltar la aparición del propio narrador en un guiño a menudo sorpresivo, pues no siempre defiende a la parte a la que estamos esperando que lo haga. Nos hemos salido ya de los márgenes arquetípicos del bien y el mal, de la manida reflexión acerca de sus fronteras, y abordamos en la lectura otros aspectos colaterales, pero no por ello menos interesantes, como el dolor que se expande con cada uno de ellos, y que por encima de la acción siempre imperfecta de la justicia suele ser irreparable.
Estamos asistiendo a la construcción de un autor, que en vez de repetir fórmula intenta exigir algo más de sí mismo, lo que es también apreciable en la estructura general del libro, con un comienzo que deja noqueado al lector y un final amable que le concede una sonrisa. Tramoya de escritor, en fin, frente a la simple memoria de jurista de su obra precedente.
Está por llegar al mercado editorial español su primera novela larga, y este “Culpa” nos ofrece motivos suficientes para esperarla.