TEXTO: FERNANDO BEJAR
Cada vez somos más las personas que apostamos por el autoconsumo de productos ecológicos. Como ya lo hicieran nuestros abuelos, el deseo de tener una huerta propia es ahora todo un lujo. Poder tener un pequeño terreno donde cultivar los productos que vamos a consumir a lo largo del mes o del año es algo que empieza a rondar la cabeza de todos.
Para poner manos a la obra, hay que tener en cuenta algunas premisas. Hay que tener algunas nociones de cultivo tradicional, conocer el tipo de tierra y el riego más apropiado para cada producto. El cultivo se considera ecológico por la ausencia de productos químicos o sistemas de producción que dañen el suelo o el entorno. Se intenta ahorrar agua realizando un riego de agua estancada de lluvias, por ejemplo.
Un buen reto es conseguir convertir un terreno de secano en zona de regadío, y aprovechar así estos espacios desaprovechados para el cultivo. Un terreno de cultivo tradicional necesita dos temporadas de plantación ecológica para que pueda considerarse huerto ecológico lo que allí se cree. La sostenibilidad debe estar muy presente en nuestro cultivo, por lo que deberemos considerar la adaptación más cada producto que se vaya a plantar, con las exigencias o características de la zona, ya sea suelo, clima u otras características que serán claves para los buenos resultados.
Debemos tener muy en cuenta que las semillas utilizadas para nuestra huerta deben proceder de cultivos igualmente ecológicos. No se pueen utilizar semillas transgénicas o genéticamente manipuladas para su óptimo rendimiento. Otro punto a considerar es la rotación de cultivos para dañar lo menos posible la tierra, no agotando así sus recursos minerales. La rotación puede realizarse cultivando diferentes productos cada temporada o dejando un tiempo sin cultivar el terreno, para que se regenere.
Las plantas leguminosas, como los guisantes, judías o lentejas, son las más aconsejables en este tipo de cultivo, debido a su buena productividad y bajo deterioro o desgaste de la tierra. Este tipo de plantas, tratadas con abonos y fertilizantes ecológicos, harán de nuestra huerta la envidia de todos. A considerar también en un huerto ecológico son las posibles plagas que puedan aparecer. Al no usar en este tipo de cultivo bactericidas ni plaguicidas por sus compuestos químicos, la planta está bastante indefensa ante el ataque de todo tipo de bichos. Algunas pautas a seguir para evitar las plagas son la selección de variedades resistentes, la plantación rotativa y la creación de una barrera natural que proteja nuestro cultivo de otras tierras colindantes.
La minimización en el consumo de recursos externos debe estar muy considerada. Ahorrar agua, aprovechar zonas de sol y mantener limpio el terreno es esencial para optimizar la producción ecológica. Teniendo en cuenta estas premisas, lo ideal es tener una zona destinada al compostaje.
Al no utilizarse abono artifi cial, el compost es la solución ideal para nuestro huerto. La creación de compost logra conseguir un abono biológico perfecto a la vez que se destruyen los residuos orgánicos generados a diario.
Como resumen diremos que los principales objetivos de la agricultura ecológica, también denominada agricultura orgánica, son la obtención de alimentos saludables, de mayor calidad nutritiva, sin la presencia de sustancias de síntesis química y obtenidos mediante procedimientos sustentables. Este tipo de agricultura ayuda a mantener la diversidad y la actividad biológica del suelo, así como poder disponer de nuevo de alimentos tratados naturalmente, como antes se hacía.
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