Cultivar la parcela de nuestra propia vida

Por Perfumedecristo R. Elisabet

 

Había una vez un labrador  que siempre hacia  bien su oficio. Labrar sus tierras era lo único que sabía hacer, pero lo hacia a conciencia y disfrutaba con ello. Cuando llegó a viejo y ya no podía labrar sus tierras  pensó que aún le quedaba una parcela donde podía seguir trabajando: La parcela de su propia vida. Imaginaba él que cada día  que amanecía era un nuevo surco que se abría en la parcela de su  vida e intentaba sembrarlo de buenas obras. Y así, día a día, iba sembrando de buenas obras el surco que cada noche añadía a la parcela de su vida.

No era muy rezón, apenas si sabia de memoria alguna que otras  oraciones: el Padre nuestro, el avemaría, la salve, el credo y poco mas, pero eso sí, todas las mañanas al iniciar el día  pedía a Dios que le enviara  al Espíritu Santo, así sabría conocer la voluntad del Padre y le diera fuerzas para cumplirla. Trancurría el dia en su trabajo de la tierra , y elevaba los ojos al cielo como observando que desde arriba lo estaban mirando… Al acostarse daba gracias a Dios por los beneficios recibidos  y le pedía  que bendijera la buena semilla que hubiera  sembrado aquel día y que hiciera secar la mala para que no hiciese mal a nadie.

El labriego vivió feliz así la última etapa de su vida, murió de viejo, y lo hizo tranquilo paz, y esperanzado poder presentar al Señor una cosecha  con pocos cardos y algún que otro fruto que fuera de  su agrado.

Reguemos diariamente la parcela de nuestra vida, para que los surcos esten llenos de buenos pensamientos y sentimientos, buenas acciones, viendo en los demás el rostro de Dios y agradeciendo al Padre todas que día a día nos da y ha hecho para nosotros …  Y así en el tiempo preparado cantemos eternamente sus maravillas.

Porqué fijarnos en las parcelas de los demás… cuándo tenemos tanto que trabajar la nuestra?   No te parece?.