Aún resuenan en la memoria los ecos de los aromas de frutos negros de cacao amargo y especias de Trincadeira y Alicante bouschet; frutas y minerales de Antão Vaz. Aromas profundos, de vinos con historia, con historia de familia: vinos de Reynolds. De los fogones del 39Siete salieron los platos que los acompañaron los Gloria Reynolds en una cena bien equilibrada de gustos y aromas memorables.
Y con estos aromas en el recuerdo, en el mismo escenario, los mismos fogones nos avanzaron platos de una nueva carta que promete muchos buenos momentos. Lo hicieron de la mano de vinos de Bodegas Vivanco, de la Rioja, en una cena que tuvo lugar el día 1 de marzo.
Hablar de Vivanco es hablar de cultura del vino. Porque Vivanco, además de bodega, es museo: lo
Cultura del vino también es respetar la esencia y la tradición sin de dejar de innovar con criterio y con calidad. Y en la cena que refiero tuvimos cumplidas muestras de estos extremos:
La tradición, un tinto reserva, complejo, profundo con aromas de la crianza que no ocultan la fruta; un vino que se me antoja como la perfecta definición de un Vino de Rioja, escrito así, con mayúsculas. Por cierto, primorosamente presentado con una etiqueta que representa una obra de contenido también vinícola de Juan Gris y una botella inspirada en una del siglo XVIII, ambos pintura y botella presentes, claro está, en el Museo.
En el extremo de la innovación, un sorprendente vino denso, color cobre, intenso, dulce, floral, que recodaba a los Sauternes y a los Tokaji. No esperábamos un vino con Botrytis, y menos, elaborado con uvas tinta. Innovación y tradición, puesto que según expresa la bodega en su página web: “Colección Vivanco 4 Varietales Dulce de Invierno es el resultado de años de investigación en los que Rafael Vivanco se propuso recuperar los casi desaparecidos vinos dulces tradicionales riojanos. Conocidos como “supurados”, estos vinos se elaboraban a partir de las uvas pasificadas durante el invierno en los altos de las casas, disfrutándose como vino de postre en los días festivos y como reconstituyente.”
39Siete acompañó estos vinos, además del Crianza y un monovarietal de Graciano, que provocaba de todo menos indiferencia, con avances de su carta: arroz de rabo de toro, boletus y un llamativo atún con remolacha. Platos de excelente factura que transmiten muy buenos augurios.
Decía al inicio de este artículo: hablar de Vivanco es hablar de cultura del vino. Pero cuando la cultura queda relegada a los museos es como el vino que queda encerrado en la botella. La cultura del vino adquiere su máxima expresión y el vino cobra todo su sentido cuando son compartidos, comentados, bebidos y vividos. Sean pues bienvenidas iniciativas ésta de José Luis Joló al frente del equipo de 39Siete.
Vemos con ilusión cómo en Badajoz comienzan a prodigarse este tipo de experiencias, que otros restaurantes iniciaron ya hace algunos años. Cada uno con su estilo y su personalidad, todos crean momentos únicos que mantienen viva la cultura del vino en la ciudad.