Cultura mediterránea y milenaria

Publicado el 24 septiembre 2010 por Franky
El desquiciado ultraje secesionista de Barcelona con los cómplices silencios de Madrid se ha perpetrado; no ha levantado su voz el Gobierno, ni personalidades algunas ni ninguno de los biernpagados parlamentarios. La prohibición de las corridas de toros no es más que un gesto político de escisión y animadversión de unos zafios españoles que braman contra España; pero es que según Jiménez de Parga la votación abolicionista es inconstitucional, pues “la defensa del patrimonio cultural, artístico y turístico español es competencia exclusiva del Estado” (Art. 149,1.28 de la Constitución Española). Y el insigne jurista, Tomás-Ramón Fernández sostiene que “la Fiesta de los Toros forma parte del patrimonio cultural español, de suerte que es un elemento constitutivo de nuestra peculiar realidad social tras el que subyace una concepción del mundo que da cuenta de nuestra cultura en el sentido más profundo y más auténtico del término sin el que no seríamos ya nosotros”.

Es una fiesta muy española; cuando en 1566, las Cortes le pidieron a Felipe II que prohibiera las corridas en todo el Reino, él, que no asistía a ellas ni le gustaban, se negó aduciendo que era una costumbre tradicional y no quería prohibir un espectáculo popular. Siempre que se ha intentado su prohibición, en la práctica la inercia española ha impedido que se llevara a cabo. El público opuso su alegre desobediencia a las prohibiciones y continuaron con mayor auge y al figura del toro se convirtió en símbolo de la identidad española. Todos los intentos de abolición en Cataluña y otros lugares fracasaron.

La presencia del toro en la cultura mediterránea es milenaria; se conoce desde épocas muy antiguas. La lucha simbólica entre hombres y animales en público se ha practicado en muchos sitios del mundo e insertado en muchas culturas; esa lucha se desarrolló como medio oportuno para afirmar la superioridad sexual del hombre; el toro llegó a ser figura e imagen y símbolo del poder del macho, de la masculina ansia de sangre. Desde antiguo, el espectáculo de los toros se ha designado, en España, la Fiesta Nacional; y es que se vincula al fervor expansivo del espacio y gusto populares junto con las notas y cadencias del famoso pasodoble; se trata de un esparcimiento de enorme solera y consabido cuño asentados en las fibras del saber comunal.

Vivimos tiempos de crisis económica, social y moral; los toros también sufren la suya, y bien cierta, sin duda; ya no levantan pasiones a causa de la desafección de las gentes, no asisten ya los jóvenes a las plazas, se nutren sólo de los mayores, algo nada nuevo por lo demás, pero ahora más acentuado; la fiesta por este camino se agota y fenece: le perjudica el cambio de mentalidad impulsado por ese buenismo insulso que habla de derechos de los animales y siente el dolor con ellos y estos ya son una mayoría contraria a los toros; esta sensiblería tiene visos de seguir creciendo, así como acogen y cuidan a los perros y desechan a los mayores. A ello, se une la huida de las televisiones, hoy lo que no se televisa es como que no existe, algunas de las figuras no se dejan televisar; los precios en alza o abusivos, las ganaderías descafeinadas, faltas de raza, de bravura y empuje no trasmiten, no emocionan con su mortecina embestida lo cual ahuyenta y desanima a la gente; mientras que, eso sí, mueven en la trastienda taurina gran cantidad de recursos económicos. Esta compleja gama de causas obstaculiza la afición e impide el entusiasmo



C. Mudarra