20-N. Ese fue el día que marcó mi nacimiento. Fui primera hija y primera nieta, por parte de mi madre. Un día marcado por un contexto de conmemoración a los fallecimientos de Franco y Primo de Rivera. Para mis padres, sin embargo, marcó el día del inicio de su etapa de paternidad y maternidad, respectivamente. Sea lo que fuere, mucha gente recuerda que yo nací un 20N y eso ha favorecido a que reciba un montón de llamadas de felicitación, porque no falta el año que en las noticias recuerden la fecha. Perfecto para mí. Pero es que además resulta, coincidencias de la vida, que en mis años por tierras mexicanas, el 20N también tiene suele ser muy referido en un contexto político, pues marcó el inicio de la Revolución Mexicana contra el poder dictatorial de Porfirio Díaz. Allí se celebra como festivo, punto que también favorece a que mi familia y amigos de tierras lejanas tengan un recordatorio fácil para felicitarme en este día.
Y ayer cayeron 38 años. Sí, señor, y muy felizmente cumplidos. Desde que tengo uso de razón he festejado el día. Nunca ha faltado ni un pastel, ni una foto. Celebraciones en casa, en la habitación de la residencia universitaria, en aquellos pequeños apartamentos de Michigan en mis años de postgrado, con la familia mexicana, y de ese tiempo a esta parte con mi marido y mis hijos, que son mi principal fuente de ilusión y entrega diaria. He pensado que tendría que hacer un recopilatorio de cada año, cada pastel, cada sonrisa. Celebro la vida, la compañía que me trae, las experiencias y las vivencias que se guardan en la memoria año tras año. Cada 20N trae a mi vida una razón más para sonreir, porque en los últimos 365 días del año, he crecido, he aprendido, he mejorado como persona. He llenado mi año de nuevos retos, he estirado mi tiempo hasta límites insospechables y sobre todo, con el grado que me dan mis 38, he capturado la esencia de la vida.
Y puestos a abrir el corazón, he conseguido unas fotos de mis dos primeros cumpleaños, que me hace una ilusión tremenda poder compartir en el blog. Años 1977 y 1978, ahí es nada. Espero que os gusten. Sé que están fotos provocarán un punto de nostalgia por tiempos pasados en los que me conocen. La de la izquierda, salgo con mi papi, ¡cuando tenía pelo!, dándome una guinda del pastel. La segunda en brazos de mi abuela y la más pequeña donde ya apuntaba maneras, con ese impetú por soplar las velas. Y en todas hay un pastel que mi madre preparaba con todo su cariño.
Un muro de facebook que se llena de mensajes, hasta ahora como ¡130!, un móvil que tuve que cargar dos veces, el fijo que no dejó de sonar, el mail que echaba humo y un sinfín de regalos maravillosos. Me siento demasiado afortunada. Puedo afimar que puedo recordar alguna vivencia en común con todos los que ayer dedicaron un ratito de su día para parar a dejarme sus mejores deseos. Gracias, gracias, gracias. ¡Os adoro!
Además de la comida familiar, compartí pastel también con unas amigas en casa y cómo aún ha sobrado algo, os traigo un trozo para cada uno. Porque en este año también tengo que agradecer teneros como seguidores y darle sentido a este humilde blog que se llena de visitas (muchas de ellas invisibles pero que yo controlo) y comentarios y que, en lo particular, me hacen mejor blogger.
En la propuesta de este viernes conjugo dos de mis ingredientes favoritos: el cacao y la fruta fresca, dando lugar a un delicioso cumpleaños de chocolate negro y frambuesas. Se trata de una nude cake o tarta desnuda. Su nombre no hace falta mucha explicación, es una tarta tal cual, sin cubierta. Desde fuera ya sabes que a lo que te “enfrentas”… ¿Te quedas a que te cuente cómo hacerla?
Bizcochos de chocolate negro
2 moldes de 18-20 cms.
Ingredientes
- 1 tableta chocolate negro postres TORRAS
- 125 g. de mantequilla
- 1 cuchara de esencia de vainilla
- 4 huevos
- 150 g. de azúcar blanca
- 110 g. de harina de trigo
- 20 g. de harina de maiz o maicena
- 1 sobre de levadura
Como todo en la vida, los ingredientes tienen que ser de calidad. De ahí que esta receta esté hecha con chocolate negro postres de la marca Torras. Y lo que más me gusta de esta marca es que sus chocolates son sin azúcar. Es una empresa pionera en España en comercializar derivados del cacao sin azúcar. Te animo a que los pruebes, tienen una gama muy amplia de productos. De hecho, hay más recetas en el tintero con sus chocolates que estaré encantada de compartir en el blog.
Tritura la tableta de chocolate negro o trocéala para que sea más fácil derretirla. En un cazo pon la mantequilla junto con el chocolate triturado y la vainilla. A fuego lento y removiendo con cuchara de palo, deja que se integren los ingredientes. Retira del fuego y deja que se temple.
En un bol grande, pesa y tamiza los ingredientes secos, harinas y levadura. Reserva.
En un procesador de alimentos o con la varilla eléctrica, bate los huevos durante un par de minutos enérgicamente. De esta manera metemos aire a la masa. Incorpora el azúcar y bate otro par de minutos más.
Añade el chocolate templado a la mezcla de huevos y mantequilla hasta que estén perfectamente incorporados. Sin dejar de batir, cuchara a cuchara añade las harinas y la levadura hasta que tengas una masa homogénea.
Separa la masa en dos partes iguales y ponla en recipientes del mismo tamaño, pueden ser de un solo uso. Aplasta la forma que viene en la base para evitar que quede marcado el bizcocho. Unta con mantequilla. Para forrarlos, corta una tira o dos anchas para pegarla alrededor del interior del molde, de modo que te sobre un poquito hacia la base. Ve doblando y pegando a las paredes con mantequilla. Finalmente recorta un circulo del mismo diámetro que la base y pégalo. Esto hará que bizcocho se despegue sin problemas al final del horneado. Si tu intención es preparar los bizcochos con antelación, puedes congelarlos en estos envases con su tapa correspondiente puesta. Así sólo tendrás que sacarlos un par de horas antes y ponerles el relleno.
Precalienta el horno a 180º. Mi costumbre es poner la bandeja una más arriba del medio y el calor sólo por abajo, recomendación de mi madre.
Baja la temperatura a 170º y hornea durante aproximadamente 30 minutos.
Crema de frambuesas frescas
Ingredientes
- 1 sobre de gelatina neutra
- 60 ml de agua
- 500 g. de frambuesas
- 100 g. de azúcar glass
- 400 ml. nata para montar (35% m.g.)
Las frambuesas que yo utilizo son congeladas, las pongo a descongelar una hora antes. Es más fácil encontrarlas cuando no es temporada. Del mismo modo, este pastel se puede preparar con fresas congeladas o cualquier otro fruto rojo de tu preferencia.
Pon 400 g. las frambuesas (los otros 100 g. son para decorar, así que guarda las mejores) junto al azúcar glass y el agua y deja que se maceren durante unos 20-30 minutos. Quita el almíbar que suelta la fruta macerada y reserva para el montaje. Tritura las frambuesas. Cuela el puré para quitar el máximo de agua posible. Reserva.
Pon la gelatina junto a par de cucharas de agua y diluye. En una sartén calienta el puré junto con la gelatina hasta que estén integrados. Deja que se enfríe y guárdala en el frigorífico al menos una hora para que se endurezca.
Bate la nata muy fría hasta que esté montada. Mezcla con las frambuesas con movimientos envolventes y refrigera al menos una hora antes de montar el pastel.
Almíbar de frambuesas
Reserva el almibar sobrante del proceso de maceración de las frambuesas para bañar cada capa de bizcocho. No olvides este paso, porque le da un toque extrajugoso al pastel.
Montaje del pastel
Corta los bizcochos en dos, así tendrás cuatro capas. Baña cada base con el almíbar sobrante de macerar las frambuesas. Coloca la primera base sobre el stand o plato en el que vayas a servirlo. Añade una generosa capa de crema de frambuesa, repite hasta que hayas acabado con las bases. En la capa superior, añade más crema y decora con los 100 g. de frambuesas restantes. Puedes espolvorear azúcar glass por encima.
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