El antiguo Real Museo de Pintura y Escultura, mandado construir por el rey Carlos III para destinarlo a Gabinete de Ciencias Naturales, e inaugurado décadas después por su nieto, el rey Fernando VII, como Museo de Pintura, abrió por primera vez sus puertas en 1819 con un catálogo inicial de 311 cuadros, procedentes de las colecciones reales que los sucesivos monarcas de España fueron reuniendo durante siglos. Tanto es así que puede afirmarse que el Museo del Prado debe su existencia a las donaciones aportadas por cada uno de los reyes que, tanto Austrias como Borbones, desde el siglo XVI enriquecieron su catálogo, a semejanza de la Gallería Uffizi, de Florencia (Italia), donde la familia Médici almacenaba sus obras de arte. Hay Museo del Prado porque hubo reyes con espíritu coleccionista y afán de contribuir con su legado pictórico al Patrimonio Nacional. Por eso podemos ver obras de Bartolomé Bermejo de los tiempos de la Reina Católica, del Tiziano de Carlos V, del Bosco de Felipe II, y muchísimos otros que conformarían una lista interminable. Como resume Antonio Castillo Algarra en un artículo* reciente: “Sin Felipe IV no hay Velázquez y sin Velázquez no hay Museo del Prado”.
*¿Han perdido la memoria en el Museo el Prado?, revista Claves de Razón Práctica, nº 263, pág. 70-74.