Este año, por mi cumple decidí que sería diferente. No me lo quería pasar solo como los dos años anteriores, por lo que quedé con Debitto para ir por Shinjuku.Quedamos delante de Seikando, una tienda enorme de material de dibujo y artístico, para ir a Nichome, el barrio gay de Tokyo.Básicamente, son unas cuantas calles en la zona, más o menos, entre el jardín Shinjuku Gyoen y Kabukicho (dicho muy a lo bestia).Primero fuimos a celebrarlo al bar del novio de Debitto. Allí me invitó a un helado de fresa y a una cocacola. La sorpresa fue que me pusieron dos bengalitas en el helado a modo de velas. Muy divertido.El local estaba bien, con cuadros y fotos de Madonna. A un lado, una tele que emitía videoclips de la artista.Luego me enseñó un poco la zona, y fuimos a tomar unas copas en el Dragon, un bar gay. Allí, durante una hora y por 1.000Y (10 euros) puedes tomarte lo que quieras. Yo me tomé 3 gintonics, con un helado en el estómago desde la cena del día anterior.Allí encontramos a unos de los barmans que era español, y una pareja de chicas una de ellas era argentina. También se nos unieron dos chicos. Un japonés muy mono, y un americano delgado pero fuertote de la base militar de Yokota. Supongo que estos dos terminaron desayunando juntos.Salimos, y fuimos a comer en un restaurante osakiense. Por 2.500Y en total, tomamos dos garras de té, un arroz, 12 gyozas y un plato de carne arrebosada. Bastante barato para ser Tokyo. Totalmente recomendable.Eran casi medianoche, cuando decidimos volver (por separado) a nuestras casas.Esta experiencia fue totalmente positiva por mi. Es verdad que estuvimos hasta las once por ahí, que el bullicio de la noche gay no lo vimos al 100%, pero para empezar fue interesante. Yo tenía una imagen de barrio bajo de Bangkok, todos tirados por los suelos, drogándose, morreándose y asaltando a extranjeros altos, gorditos con cara de crio como yo.Totalmente lo contrario. Una zona como cualquier otra, con locales donde gente buena y sana se reúne para tomar algo, bailar, hablar y lo que sea.Y otra leyenda urbana japonesa que Debitto me desmontó. Tenía pensado (me lo contaron y lo leí en varios medios de comunicación) que los hoteles del amor (donde van parejas a hacer sexo) estaban vetados a los gays, pero parece ser que no es así.