Cumpleaños en oporto

Por Trotaburgos @trotaburgos

Celebrar tu cumpleaños viajando es el mejor regalo que un viajero puede tener. En mi caso ya son 5, los cumples que he pasado fuera. China, Budapest, Cachemira, Sri Lanka y este año ha tocado en Oporto. Todos y cada uno de ellos han sido muy especiales. Siempre se han dado circunstancias que han hecho que sin planear nada de antemano haya sido como una fiesta sorpresa.

En esta ocasión queríamos simplemente cenar en algún sitio especial y se alinearon todos astros para que haya sido así. Casualmente el segundo día de estar en esta ciudad un chico de aquí nos recomendó varios lugares, pero todos eran más o menos lo típico. Con más o menos lujo, con diferentes tipos de comida.... Pero hubo uno de los que dijo, que rápidamente nos llamó la atención por la singularidad del local.

Se trata de una mercearia, lo que es lo mismo una tienda de ultramarinos. El caso es que durante el día es una tienda más, pero por la noche se transforma en restaurante. Eso sí, nos dijo que teníamos que ir al menos un día antes para reservar, ya que es muy pequeñita.

Ni cortos ni perezosos por la tarde fuimos en busca de la mercearia Catarina para reservar la cena para el día siguiente que era mi cumple. Una pequeña calle del centro, alejado de lo más turístico es por donde íbamos andando hasta llegar, más o menos siguiendo las indicaciones del chico a una pequeñita tienda sin cartel ni nada. Vemos una chica fregando y otras 2 personas sentados en unas sillas a la puerta. Nos quedamos dudando si seria allí, miramos el mapa y al vernos, con la amabilidad característica de la gente de aquí, nos preguntan si nos pueden ayudar en algo. Les decimos lo que estamos buscando y nos dicen que estamos en el sitio correcto.

Hablamos con la dueña (Catarina), una chica de unos 35 años, y nos dice que para ese día no puede ser, que tiene que ser para el día siguiente. La decimos que genial y que si, que queríamos para mañana. Que es mi cumpleaños y queríamos celebrarlo cenando en algún sitio peculiar y nos habían recomendado este sitio. La preguntamos que tienen de comida, la chica nos mira sonriendo y nos dice que no hay menú, ni carta ni nada. Que mañana cuando se levante ya pensara lo que hace, eso si todo casero y con mucho mimo. Nos reímos y la decimos que genial, que nos gusta de todo y que sin problemas. Nos da una tarjeta y nos dice que si tenemos algún problema que la llamemos. Tiene pinta de que va a merecer mucho la pena.

Al día siguiente disfrutamos todo el día pateando esta preciosa ciudad y respondiendo siempre que pillábamos alguna wifi a las felicitaciones en redes sociales y whatsapp. Nos retiramos al alojamiento a media tarde para ducharnos y arreglarnos. Sobre las 21:30 horas habíamos quedado con Catarina y expectantes, a la hora acordada nos presentamos.

Al llegar vemos que dentro hay cenando un grupo de unas 12 personas en una mesa alargada y 2 parejas en otra mesa. Al vernos llegar, Catarina sale a recibirnos con una sonrisa. Nos da la mano y nos dice que pensaba que no íbamos a venir. La preguntamos que ¿porqué?. Nos dice que al vernos turistas pensaba que no era lo que cualquier turista busca y la respondemos que nosotros no somos turistas al uso y que nos gustan cosas diferentes, pues ¿Quien ha cenado alguna vez en una tienda de ultramarinos?. Si algo se merece un día especial, es algo especial. Para cenar en un restaurante normal hay 364 días al año. Catarina se ríe y nos acompaña a la que va a ser nuestra mesa. Hay otra chica ayudándola que se llama igual que la dueña.

Se hace raro estar cenando entre estanterías llenas de productos alimenticios, la encimera donde despacha a las señoras del barrio o la báscula donde pesa las verduras. Incluso se da la circunstancia que mientras estamos todos cenando viene un chico a comprar una caja de leche, simplemente genial.

La mesa es pequeñita, así que nos pone otra de forma supletoria para ir colocando todo. Son tantos los platos que nos van sacando que, madre mía, no caben. De beber pedimos sangría y nos traen una jarra grande. De comer, nos sacan primero un paté casero para untar con unas tostas que esta buenísimo. Nos traen una sarta de una especie de chorizo en rodajas pero sin terminar de cortar. Lo ponen encima de un recipiente de barro, echan alcohol y se va haciendo al fuego mientras.

Un plato con embutido típico de aquí, queso, aceitunas aliñadas, Rissóis (empanadillas) de langostinos, croquetas de bacalao y unos bocaditos de empanada con bacón. Que bueno está todo y conociendo a los portugueses podemos salir empachados de comida.

Lo siguiente, un cuenco grande lleno de almejas en salsa verde espectacular y un plato de langostinos con una salsa picantilla.

Con todo lo que llevamos, estamos más que llenos y eso que hemos ido dejando cosas. La jarra de sangría llega a su fin y nos saca otra. Las 2 parejas de la otra mesa empiezan a ir un poco entonados y se ponen a cantar. Se respira un ambiente bastante familiar.

Lo siguiente, un solomillo para cada uno que ocupa medio plato, con un puré de patata con salsa de arándanos y más cosas, unas obleas decorando el plato. La carne se deshace en la boca y el conjunto de sabores difícil de poder explicar. Pensábamos que no íbamos a poder con ello, pero estaba tan bueno que era imposible no seguir comiendo.

Cuando acabamos y sin que me enterase, apagaron las luces y sacaron una tarta hecha con unos phoskitos de chocolate y una vela encendida, todos me cantaron el cumpleaños feliz. Tras soplar la vela se hizo la luz y unos cuantos vinieron a felicitarme.

Tras el café, gracias a los efectos de la sangría siguieron los cánticos, los bailes y hasta hicimos un tren al son de la música. Que gran acierto ha sido venir aquí, ha sido como estar en familia.

Hablando con Catarina nos cuenta que estudio psicología, y estuvo trabajando 6 años con gente metida en el mundo de las drogas y acabo saturada, luego estuvo en el ejército. Su sueño siempre fue esto, tener una tiendecita y transformarla algunas noches en un pequeño restaurante. Está feliz pues es lo que siempre quiso y lo ha conseguido. Lleva menos de un año y clientela no la falta. Lo conoce poquita gente y va de boca en boca. Como restaurante funciona los jueves, viernes y sábados. Suerte hemos tenido que hoy es jueves. El precio ha sido ridículo.

La contamos que tenemos un blog de viajes y que vamos a escribir sobre Oporto. Además estábamos hablando antes de la cena de hacer una entrada en el blog contando lo que habéis leído. Mientras cenábamos hemos comentado que no íbamos a descubrir el lugar y así se lo hemos dicho a ella. Pues si se empieza a masificar perderá la esencia. La ha parecido buena idea. Así que si alguien de verdad tiene el interés de vivir esta misma experiencia que nos escriba. Por privado se lo diremos. Lo que tenemos claro es que la próxima vez que volvamos a Oporto, iremos a cenar donde Catarina, la chica de la sonrisa.