Cumpliendo sueños

Por Javixas

Hoy ha sido uno de esos días donde cumples uno de esos sueños que has tenido toda la vida. Y aun habiendo soñado y fantaseado con ello puede crear unas expectativas altísimas y decepcionar. Pero no ha sido así, ha sido tan increíble como esperaba y por ello repetiré cada día en la playa.

Hoy he galopado en un precioso caballo por una playa desierta con palmeras como frontera y un mar tranquilo.

Ayer vi a un hombre paseando por la orilla con su caballo y le pregunté cuanto me costaría llevarlo una hora y si el caballito galopaba.

A lo cual me respondió 6$ la hora y para demostrarme como funcionaba el caballo se puso a galopar por la orilla. No me lo podía creer. Así que le dije que mañana en le buscaría por la playa cuando el tiempo fuese perfecto.

Y hoy tras la comida en el porche en la playa, he mirado y no había nadie, estaba totalmente desierta, así que he salido en busca de mi jinete y justo estaba al otro lado de la playa, me ha llevado 15 minutos llegar hasta eél y le he pedido que me dejase probarlo antes de aceptar el trato, como se hace al comprar un coche.


Me he dado una vuelta de 5 minutos, primero al paso, familiarizándome con el animal, después un trote ligero que el caballo a convertido en un suave galope.

Me lo quedo. Una hora. Una playa. Marea baja. Perfecto.

Un trote de 200 metros, y al paso, otro trote 400 metros, y al paso a descansar.

No podía más, y al grito de “vamos muchacho!!!” a todo pulmón y un buen golpe con el talón, ha saltado a un galope desbocado en el que mis pies descalzos bailaban en los estribos, pero el viento en la cara, la respiración y bufidos del caballo mientras galopaba, han superado cualquier sentimiento de descordinación del primer galope.

Con el mono fuera, empiezo a buscar en mi memoria todas esas clses de hípica, que si a la española o la inglesa, los talones hacia abajo, el cuerpo recto, pero la mitad de esas cosas no son aplicables a un caballo sin apenas montura y con riendas rudimentarias,

Pero poco a poco, y según la hora avanzaba, descubría esos pequeos truquitos que han hecho que las últimas galopadas de casi un kilómetro hayan ido como la seda.

Lo mejor, cuando he conseguido meter al caballo en el agua y tras trotar un poquito hemos emprendido un nuevo galope mientras pequeñas olas rompían sobre sus patas.

No he dejado de pensar en Alvaro, no te imaginas lo que he podido echarte en falta en este momentazo.

Mañana más, si la playa está igual de desierta y el tiempo lo permite…