Ahora hace un año que Sinaptando nació con la intención de liberar en la red muchos de esos pensamientos que me sorprendían en mi modesto día a día. Le llamé de ese modo porque esas ideas siempre son el resultado de conectar unos hechos con otros, como las conexiones neuronales, en las que yo veo la base de todo. Basta perder por accidente o por la existencia de un tumor parte de esas conexiones neuronales para que perdamos irremediablemente una parte importante de nosotros mismos, de lo que habíamos sido y de lo que sabíamos hasta ese momento en que todo empezó a cambiar.
A lo largo de este año de andanzas por la red, han ido surgiendo artículos sobre esas conexiones neuronales, sobre nuestros comportamientos ante diferentes situaciones en la vida, sobre algunas enfermedades o adicciones, sobre la cara más humana de algunos hombres de ciencia (como Oliver Sacks), sobre determinados momentos históricos que contribuyeron a cambiar el mundo, sobre distintas religiones que tantas veces nos han acabado enfrentando en lugar de unirnos, sobre educación, valores y actitudes, sobre las dificultades que nos acechan a todos en el mundo laboral, sobre democracia y maneras de hacer política en general, sobre el caprichoso azar y sobre la resiliencia, esa capacidad que tenemos los humanos de reinventarnos cada vez que algo o alguien se empeñan en acabar con nosotros. Setenta y tres artículos en los que he volcado muchas horas y mucho de lo aprendido en mis 49 años de vida. Pero lo mejor de todo ha sido lo que me han aportado ellos a mí. Porque he disfrutado escribiendo cada uno de ellos, fluyendo con las palabras empleadas y sintiéndome mucho más ligera y con la mente mucho más clara después de cada uno de ellos. Aunque lo que no sospechaba es lo que lograría encontrar gracias a ellos: personas maravillosas que escriben otros blogs increíbles y que me han reafirmado en la convicción de que otro mundo es posible.
Siempre me he definido como un aprendiz de ser humano que se resistirá siempre a dejar de serlo, aunque alcance una edad muy longeva. Porque siempre he pensado que vivir sólo tiene sentido mientras conservemos la capacidad de sorprendernos, de maravillarnos con lo que hacemos cada día y con lo que descubrimos que hacen los otros. Lo mejor de los niños consiste precisamente en esa capacidad suya de mirar con ojos atrevidos y de atreverse a preguntar lo que más temen responder los adultos. Su espontaneidad, su espíritu de aventura, su capacidad de descubrir atajos donde los demás sólo ven caminos infranqueables. Y su manera de reírse, de desafiar lo establecido incumpliendo las normas que no les convencen. Luego el mundo se encarga de cortarles las alas y alargarles los rostros en un intento de doblegarles ante una realidad que no tiene por qué ser la única posible. Al menos, nunca la he aceptado como tal.
Para seguir adelante, yo necesito seguir mirando con ojos atrevidos, decir lo que pienso y siento, sentir lo que me viene en gana sentir y poner el dedo en cuantas llagas lo considere necesario. Soy consciente de lo incómoda que muchas veces puedo resultarle a mucha gente, empezando por miembros de mi propia familia y por mis propios amigos. Porque no tengo nada de diplomática y me niego a tomar partido por nada ni por nadie, a menos que la iniciativa parta de mi propia voluntad. Soy contradictoria, hipercrítica y bastante asocial. Nunca me han gustado las aglomeraciones de gente. Prefiero la lectura de un buen libro o ver una buena película a asistir a una fiesta en la que apenas conozca a nadie, pero no pueda hablar con los pocos que conozca porque el volumen de la música o las conversaciones banales me lo impidan. Como una vez me dijo alguien a quien aprecio mucho: “Mucha gente y pocas personas”. Yo siempre he apostado por las PERSONAS, por su individualidad, por como son por dentro y por lo que me transmiten. Lo que representan por fuera, los cargos que ocupan, sus cuentas bancarias, sus atuendos o sus influyentes contactos… para mí están de más. No me interesan. Sólo me sorprenden con lo que me pueden enseñar. Aprender es lo único que he buscado siempre de las otras personas.
Gracias a Sinaptando, el 2016 ha sido un año muy interesante para mí. He descubierto grandes personas que he tenido la inmensa suerte de que me lean y que me han regalado el privilegio de leerlas a ellas. Blogs como“Letras Prestadas”, “El Arca de Dionisios”, “Acorde con la vida”,“María en la red”, “Nuevo viaje a Itaca”, “Cerca del Leteo”, “Una chica del montón”, “La aventura del dragón”, “El mundo con ella”, “Ventura sensitiva”, “Algunos libros buenos”, “La ciudad de las tormentas”o“El mundo más allá de mis ojos”son algunos de los que he ido descubriendo y disfrutando durante este año en el que no he dejado de maravillarme con todo lo que me he ido encontrando en el camino.
Me he dado cuenta de que escribir un blog no es como escribir un relato. Para escribir un cuento partimos de una idea inicial y sabemos, más o menos, cómo queremos que acabe. Cuando nos metemos de lleno en el proceso creativo, nos tenemos que dejar enredar en la trama y ella es la que va haciendo aparecer personajes con los que ni contábamos de buen principio que a veces toman el timón de la historia y le llegan a dar completamente la vuelta, aunque al final la hagan acabar tal como habíamos decidido que acabaría antes de empezar a escribirla. Un blog, en cambio, es interactivo. Sabemos cómo empezamos, pero desconocemos completamente hacia dónde nos llevará. Porque no depende sólo de nosotros, sino también de quienes nos conecten y de cuanto nos aporten con su seguimiento, con sus comentarios o incluso con su indiferencia.
Decía el gran Antonio Machado que no había camino, sino que se hacía camino al andar.
Seguiré su sabio consejo y continuaré caminando y aprendiendo y descubriendo. Con las manos extendidas hacia todos aquellos que me encuentre en el camino y la mente abierta a todo cuanto me puedan y consientan enseñarme. Gracias a todos los que me leéis por este año tan intenso y tan pleno. La felicidad es posible. Sólo consiste en permitirnos desarrollar aquello que nos hace fluir con la vida, al margen de los problemas que nos acechan por doquier. En todos los caminos hay piedras y a veces es imposible evitar que nos entren en los zapatos. Pero basta con hacer un alto en el camino para sacárnoslas y con volver a levantarnos para seguir andando con más ganas si cabe de alcanzar los sueños que nos dignemos a soñar.
Estrella PisaPsicóloga col. 13749