Se necesitaría un año para estudiar Toledo, día tras día, en este dédalo de calles sinuosas, escarpadas y montuosas, algo semejantes a esos surcos que trazan los gusanos en la madera vieja. Es la más extraña confusión de casas atestadas, acumuladas, agrupadas en un pequeño espacio sobre siete colinas, como las de Roma. En esta curiosa confusión de granito y ladrillo, por todas partes nos encontramos con esculturas, arabescos, follaje serpenteante, animales fantásticos. Encima de todas las puertas, escudos blasonados y divisas; en las ventanas, en los balcones, hierro viejo atormentado y rejillas de hierro apretadas; en todas las casas, antiguas puertas macizas, reforzadas con tiras de metal, rematadas con aldabones historiados, guarnecidas de clavos alineados y apretados, de cabezas redondas y cinceladas, grandes como huevos, que llaman medias naranjas. Alfred Germond de Lavigne. Espagne et Portugal (1890)
Se necesitaría un año para estudiar Toledo, día tras día, en este dédalo de calles sinuosas, escarpadas y montuosas, algo semejantes a esos surcos que trazan los gusanos en la madera vieja. Es la más extraña confusión de casas atestadas, acumuladas, agrupadas en un pequeño espacio sobre siete colinas, como las de Roma. En esta curiosa confusión de granito y ladrillo, por todas partes nos encontramos con esculturas, arabescos, follaje serpenteante, animales fantásticos. Encima de todas las puertas, escudos blasonados y divisas; en las ventanas, en los balcones, hierro viejo atormentado y rejillas de hierro apretadas; en todas las casas, antiguas puertas macizas, reforzadas con tiras de metal, rematadas con aldabones historiados, guarnecidas de clavos alineados y apretados, de cabezas redondas y cinceladas, grandes como huevos, que llaman medias naranjas. Alfred Germond de Lavigne. Espagne et Portugal (1890)