De nuevo vuelvo a los recuerdos, para compartirlos con vosotros pero sobre todo para no olvidarlos. Bueno y porque me encanta recordar ¡qué narices!
Hace un par de años cuando Currita empezó a prepararse para la comunión, tuvo una crisis de adulto en toda regla. De adulto con 9 años.
Fue así:
Encuentro a Currita llorando en su cama desconsoladamente, y después de insistir un buen rato para que me cuente el motivo de sus lágrimas me suelta.
- Mami es que te vas a enfadar... De verdad...
- No te preocupes Currita cuéntame lo que te pasa porque seguro que puedo ayudarte.
- Es que... Es que... Mami, es que yo no creo en Dios...
Y llora y llora, y me abraza como si me hubiese contado la peor de sus confesiones.
Yo la abrazo también y trato de consolarla, sin saber que aún faltaba la guinda del pastel:
- No te preocupes Currita, no pasa nada. Relájate y hablamos tranquilamente. A veces resulta difícil entender algunas cosas, pero no pasa nada.
Entones dice entre sollozos (la guinda del pastel):
- Ya mami pero, ¿tú crees que si Dios se entera se enfadará conmigo?
Angelito mío...
¿Es o no una crisis de adulto? Y bien profunda.