El argumento es sencillo. Andy Norris (Perry King) llega como profesor de música sustituto a la escuela Lincoln. Pronto descubrirá que se trata de una institución asalvajada. Hay guardias de seguridad patrullando los pasillos y controles de armas a la entrada. Las paredes están repletas de pintadas; los techos, de cámaras de vigilancia. Se venden drogas junto a las taquillas, por no hablar de los cuartos de baño. Tanto el director como el resto de profesores evitan los problemas, se conforman con superar el día a día sin recibir una puñalada.
Tim Van Patten (que ha dirigido capítulos de The Sopranos o de The Wire, entre otras) da vida al malo malísimo: Peter Stegman. Superdotado, genial, psicópata. Es el líder de la banda más peligrosa de todo el instituto. Su enfrentamiento con Norris será el hilo que conduzca la narración hasta llegar a un desenlace inevitable. Por cierto, ¡vaya final! No os lo desvelo, pero si os gusta el rollo serie B ochentero deberíais verlo, y juzgarlo. Y luego me contáis qué os ha parecido.
Pese a ser antigua, trata un tema que hoy en día sigue en los noticiarios: la violencia juvenil (tanto en la calle como en el ámbito académico) y la indefensión de los profesores. Tal vez el retrato del Lincoln High School sea una caricatura extrema, pero creo que el realizador actuó conscientemente para inyectarnos tensión en vena. La descomunal escalada de violencia nos invita a reflexionar.
Dos apuntes finales con respecto a las interpretaciones. Primero, Roddy McDowall, que interpreta al profesor de biología, nos brinda un papel memorable. Gran actor. Y segundo, en Curso 1984 tenéis la oportunidad de ver a un Michael J. Fox tierno y sonrosado, antes de Regreso al futuro.
En resumen, una película crítica, violenta, extraña, impactante, visceral y sin complejos (pese a su reducido presupuesto, típico de las producciones de serie B). Para muchos, un largometraje de culto.
Hasta otra, queridos lectores.