CUSCO, PISAQ Y OLLANTAYTAMBOwww.EL-REINO-DE-VERBANIA.BLOGSPOT.COM
Llevo un buen tramo de este tiempo breve en Cusco preguntándome cuál será la leyenda adjunta al Cristo blanco que avizoro en la lontananza (lejanía) sobre una colina bastante modosa. Preguntando se llega Roma, según el dicho. Se llega a Roma, a Memphis y a Ciudad del Cabo… se resuelven las incógnitas que anidan en nuestra mente con un mutismo que, mantenido en el tiempo, hace demasiado ruido. Manos a la obra me pongo para dibujar un bosquejo que me aclare más acerca de la sagrada estatua. El Cristo blanco, que resplandece como si fuera una estrella en el cielo negro, es un bello simbolismo apologético (referente a) de protección a la ciudad y fue entregado a Cusco por una colonia árabe-palestina. Cusco merece más tiempo, eso me digo mientras nuestro autocar pone sus el valle sagrado. A un lado se asoma ya el río Urubamba, que es uno de los brazos que alimenta al grandioso Amazonas. El paisaje es curvilíneo y montañoso. Algunos compañeros llevan malamente el mal de altura y andan “flotando” en un trance nada deseable y muy “asquerosito”, poniéndome un poco llano y vulgar.
Paramos pues en el recomendable mirador de Taray. Enseguida llegamos a Pisaq. No se escapa ni se aparta de nuestra vera el río Urubamba. El pueblo que nos recibe tiene un halo encantador y pintoresco que compensa las inclemencias del asfalto y las horas “enjaulado” en los cómodos asientos del autocar.
Mucha tienda por ahí, aparecen solas, sin invocarlas, cuando asciendo por las escarpadas calles empedradas y angostas. Pisaq me sorprende con una animación festiva que es de agradecer como regalo turístico. Hay gente en los balcones de madera preciosos y añosos, gente que forma una especie de tropa de hormigas desorganizadas que revolotean de acá para allá con un fervor religioso. La cosa no es para menos, todo sea dicho de paso. Hemos llegado a Pisaq con la suerte del turista bienaventurado. Se celebra la fiesta del Carmen y Pisaq es un hervidero humano.
El escenario de este pueblo de “maqueta en madera” lo colman de colores quienes visten con los trajes regionales. Se funden estos personajes con aquellos que danzan o forman parte de una gran orquesta, todo ello con mucha prosopopeya (afectación o pompa). También aquí me queda la sensación de que Pisaq merece más tiempo de dedicación exclusiva y en cierto modo quiero subyugar a las manillas del reloj para que se queden quietas unos minutos más. Pero el tiempo vuela, aunque he logrado degustar algunas de las deliciosas empanadas que aquí puedes probar.
Marchamos hacia nuevos destinos y al paso, en analogía paisajística, o sea, curvas de asfalto y montañas, nos encuentra en el camino Yucai, capital Del Valle sagrado de los incas. Ahora toca “mancharse las manos” para tocar y sentir con las yemas de los dedos la historia acumulada en las piedras del Parque arqueológico Ollantaytambo.
Como en todas partes, hasta aquí han llegado también los mercaderes que ofrecen toda suerte de género autóctono, textiles mayormente, cerámica, souvenirs diversos donde predominan siempre los colores intensos de las prendas peruanas. Merece la pena subir a las terrazas más elevadas para tener unas vistas propias de milanos, gavilanes y azores. El ascenso es escarpado, pero no conlleva demasiada dificultad. Para quienes preferimos el terreno anfractuoso (irregular) a las llanuras tediosas de las aceras de las ciudades, esto es un presente de lo más apetecible.
Puedes hacer el ascenso en unos quince minutos, pero lo importante es disfrutar del paisaje. Cada uno tiene sus tiempos y ritmos.
El paisaje es una maravilla, a riesgo de repetirme como un eco olvidadizo. Está cayendo la tarde y nos vamos al irreal paisaje albino de las salinas de Maras y Pichingoto. Llegar hasta estas piscinas saladas es poco menos que un calvario, pues la carretera desconoce la horizontalidad y todo el tiempo se tuerce y comba como si sufriese de ataques epilépticos. Baches, socavones, grietas, hacen que el trayecto sea más sufrido que deleitable.
Merece la pena, sin embargo verse rodeado de estas grandes zonas laberínticas de color “traje nupcial”, con ese blanco que te hipnotiza y te sumerge en su profundidad. Es una manera poética de describirlo, claro está. Estos almacenes salados no son océanos precisamente. Es un buen lugar para hacer fotos y comprar sal de la mejor calidad, pura, sin trazas de contaminantes, respirando cada día un aire más salutífero e inmaculado. Un pulmón de sal que parece una ciudad dormida en un sueño de mármol blanco. Próximo destino: MACHU PICCHU.