Cynthia Ozick o los ruiseñores no cantan mejor que los cuervos

Publicado el 16 noviembre 2015 por Veronicanieto

Cynthia Ozick, Cuerpos extraños (2010), traducción de Eugenia Vázquez Nacarino, Barcelona, Lumen (2013)
http://www.megustaleer.com/libro/cuerpos-extranos/0107461

"Olvídate de los cuentos de hadas. En la vida real [...] los ruiseñores no cantan mejor que los cuervos."


Bea, de quien se dice que "todo su cuerpo era una cesta de mimbre por la que se escapaban los viejos deseos incumplidos", se ve impelida por su hermano Marvin, un hombre furioso y controlador, a ir en busca de su hijo Julian que se ha escapado a París donde se ha casado con una rumana. Para colmo la hermana del joven se ha ido tras él y allí se ha quedado jugando a ser extranjera. Este es el comienzo de una historia desconfigurada a ratos y quizá por esa misma desconfiguración, adorable de continuo.

"Pensó: Qué difícil es cambiar la propia vida. / Y al cabo pensó: Qué tremendamente sencillo es cambiar la vida de los demás."

Pues la cosa parece : Bea es incapaz de desprenderse de su historia y darle un vuelco a su vida (divorciada desde hace ya tiempo de un músico que ha terminado por abandonarla y dejarle nada menos que un piano de cola en su diminuto apartamento), mientras la familia entera de su hermano sufre transformaciones de todo tipo.

Pero a la vez es la historia de tres mujeres que, en plenos años cincuenta, es decir, en plena posguerra y comienzo de la guerra fría, son capaces de sacrificarse por los hombres al precio que cueste, de modo que somos testigos de las diferentes caras de la responsabilidad asumida por esas mujeres que se ven obligadas a sacar las papas del fuego, que se prestan a ello sin apenas rechistar.

Cuerpos extraños es un artefacto compuesto de cartas y de capítulos narrados con impecable ironía donde los personajes van y vienen según convenga a la historia, donde la acción de construir la novela está presente y se torna adorable por sencilla y clara. Además reconstruye el París atestado de refugiados de la Segunda Guerra Mundial y los peligros acechantes, la sospecha constante, del "peligro comunista".

"Hablaban una lengua políglota, tenían un hambre melancólica grabada en su rostros extranjeros y cedían a extravagantes arranques que los llevaban a preguntar como locos, como si no toleraran una negativa. ¿Qué temían que se les negara? La normalidad, suponía, todo lo que les habían arrebatado."