Cyrano de bergerac teatro reina victoria madrid

Por Orlando Tunnermann

CYRANO DE BERGERACTEATRO REINA VICTORIA. MADRID.

(Divertida, emocionante, intensa, dramática y un José Luis Gil apoteósico)
Encuentro el teatro como una de las actividades lúdicas que más colman mis expectativas de regocijo. Los actores en el escenario son vehículos de emociones que lo mismo nos llevan de la mano a la carcajada que al llanto luctuoso, o nos hermanan con emociones, actitudes y flecos de la personalidad que reconocemos como propias, nos obligan a mirar cara a cara al dolor e incluso desnudan secretas pasiones y verdades ignominiosas que nadie reconoce abiertamente pero que residen en nuestro alma.
La función que comento hoy, “Cyrano de Bergerac”, sólo se puede definir con el fervor y ditirambo (elogio) que uno le dedicaría a Paris o a un atardecer en una playa de Hawaii.
Nos sobrecoge la emoción y las palabras vuelan fugaces hacia la estratosfera de la excelencia. Cambiar de registro, vestir nuevas pieles, falsear la voz y transfigurarse en personajes ajenos siempre se me antoja una labor harto complicada; pero si a ello le añadimos un trueque lingüístico de modo que nuestra boca se exprese rimando y cantando como un juglar, la empresa se torna del todo temeraria. La prosa se desvanece como un sueño imaginado y de pronto la dicción juega a las palabras encadenadas ribeteadas de florituras y palabras abstrusas (raras) u obsoletas.
La función, que dura dos horas y quince minutos, está escindida en dos partes equidistantes. Como líneas paralelas encadenadas a las ruedas de un tren, avanza la obra con modosa comedia, garbo y desenfado granuja de campamento de verano. Es el momento del jolgorio infantil, transparente e inocuo. Palabras que suenan a trabalenguas y a juegos de ingenio, locuacidad y adornos innecesarios a las frases más anodinas.
Hasta aquí todo es mundano y relajado. El espectador disfruta de las ocurrencias de los personajes, ríe con ellos y aplaude cada dos por tres. Peleas de espadachines y requiebros ingeniosos nos mantienen de lo más entregados a la fiesta del desmadre pueril. Poco a poco vamos tocando con la yema de los dedos el desgarro brutal de la función con los momentos más álgidos, como la voz magistral de la cantante y actriz Ana Ruiz, que es como para fundirse entre sus cuerdas vocales privilegiadas. Aunque todos los actores rozan el honor de la excelencia, este huracán llamado Cyrano de Bergerac se le revela al espectador con la apoteósica metamorfosis de José Luis Gil en el celebérrimo narigudo rápsoda (poeta) francés. J.Luis Gil se traga al personaje, lo posee y doblega a su antojo de una manera tan sublime e incontestable que sólo queda postrarse a sus pies y agradecerle su existencia, para que prosiga iluminando el camino de sus fervientes admiradores como lo soy yo ahora mismo. Básicamente, los postreros minutos de la función son un alarde de generoso esplendor de José Luis Gil, un regalo para el espectador y para los escenarios de todo el mundo. Ni que decir tiene que acudir al teatro Reina Victoria para disfrutar de “Cyrano de Bergerac” se me antoja el antídoto perfecto para combatir el tedio y la monotonía gris. Carcajadas, emoción, pasión e intensidad, actores magistrales, ¿qué más se puede pedir?
ORLANDO TÜNNERMANNWWW.EL-HOTEL-DE-LAS-ALMAS-PERDIDAS.BLOGSPOT.COM