D’Alessandro, el crack olvidado

Publicado el 07 mayo 2010 por Marianofusco

Año 2000. Principios de una nueva década, de un nuevo Siglo, de un nuevo Milenio. En Argentina, por aquellos tiempos, todo era un caos político, social, educacional, pero, en una de las zonas más ricas de Capital Federal, el barrio de Núñez, todo era alegría, carnaval, porque no solo River seguía sacando buenos jugadores de sus divisiones inferiores, sino porque año a año se renovaba el mote de mejor club nacional ganando al menos, un titulo por semestre.

Entre tanto y tanto, el mejor jugador de aquel plantel, Andrés D’Alessandro, llevaba a su antojo el juego de su equipo, manejando los tiempos, haciendo anotar un sin fin de goles a Cavenaghi y patentando una de las jugadas del momento, “la boba”, aquella que grandes y chicos practicaban a la horas de jugar al fútbol y con la cual el “10” de River dejaba en ridículo a sus adversarios.

Deslumbrando a propios y extraños, permaneció en el club de sus amores durante cuatro temporadas. Disputando más de 70 partidos, convirtiendo alrededor de 20 goles, y quedándose con tres Torneos Clausura: en 00, 02 y 03.

A mediados de este ultimo año, con 22 años recién cumplidos, llegó a Alemania para incorporarse al Wolfsburg, que por aquel entonces peleaba el descenso. En dicha institución, jugo dos temporadas, con rendimientos bastante dispares. Marcando 5 goles en 42 partidos.

Tras una campaña, la 2005/06 en el Portsmouth de Inglaterra, recayó, en el verano de 2006 y en calidad de cedido, al Zaragoza, club en el que a pesar de disputar buenos encuentros, no termino por demostrar su valía.

Sus piques con Aimar y el entrenador Víctor Fernández, unido al escaso rendimiento y sus ansias de marcharse le valieron que el club “maño” aceptase traspasarlo (con condiciones) al San Lorenzo de Ramón Díaz, con quien se volvía a recontar para darle forma a un proyecto sumamente ambicioso.

El mismo no tuvo los dividendos deseados y D’Alessandro acabo por ser transferido, al finalizar el primer semestre de 2008. El club que decidió apostar fuertemente por el “cabezón” fue el Internacional de Porto Alegre, que pago alrededor de siete millones de dólares por sus servicios.

Y es justamente en este equipo, en el cual el D’Alessandro de las idas y venidas parece haberse reencontrado con si mismo, con aquel zurdo pensante y al mismo tiempo desequilibrante que veíamos con regularidad en River. Su presente en el equipo brasileño, con el cual volvió a protagonizar un muy buen encuentro ante Banfield, da fe de ello.

Grita, ordena y lleva las riendas de su equipo. Juega y hace jugar. Jamás se esconde, fiel a su costumbre. Se siente líder y esto lo hace sentir invulnerable. Hace ya un par de años que, aunque muchos no lo quieran ver, ha vuelto a ser el de antes.

Lastima que en vísperas de un nuevo Mundial, ya sea demasiado tarde.