-¡Ya se lo advertí, Dª Otalina, pero usted, como siempre, haciendo su real gana!- ¡No me sermonee, Feliciano, y haga algo!- respondió ella más asustada que otra cosa. El hombre no dudó en poner sus manos en las enormes posaderas y empujar con todas sus fuerzas y ella, al sentir el refregón, no pudo evitar lanzar un gruñidito. Y el sacristán volvió a empujar y a cada empellón un rezonguito acompañado de una leve sacudida del trasero de Otalina. Y entre empujones y gruñiditos se hizo el milagro y en un vaivén se desencajó y de la misma inercia rodaron escaleras abajo, yendo a caer él entre los enormes pechos de la dama que, acariciando la cabecita de su libertador, le dijo turbada: -¡Me has salvado del escarnio, Feliciano!-Y te volvería a salvar si hiciera falta, Otalina- respondió mirándola arrobado, con la barbilla descansando entre sus generosas ubres.- ¡Oh, Feliciano, eres un titán!,- Seré lo que tú quieras Otalina, pero ¡rezóngame como antes, anda, rezóngame, que me gusta!- ¡Ugg, ugg, Feliciano!- ¡Así, así, rezóngame, Otalina, rezóngame siempre! Texto: Pilar AguarónNarración: La Voz Silenciosapuertas sillas hosteleria mobiliario hosteleria calderas precios calderas
-¡Ya se lo advertí, Dª Otalina, pero usted, como siempre, haciendo su real gana!- ¡No me sermonee, Feliciano, y haga algo!- respondió ella más asustada que otra cosa. El hombre no dudó en poner sus manos en las enormes posaderas y empujar con todas sus fuerzas y ella, al sentir el refregón, no pudo evitar lanzar un gruñidito. Y el sacristán volvió a empujar y a cada empellón un rezonguito acompañado de una leve sacudida del trasero de Otalina. Y entre empujones y gruñiditos se hizo el milagro y en un vaivén se desencajó y de la misma inercia rodaron escaleras abajo, yendo a caer él entre los enormes pechos de la dama que, acariciando la cabecita de su libertador, le dijo turbada: -¡Me has salvado del escarnio, Feliciano!-Y te volvería a salvar si hiciera falta, Otalina- respondió mirándola arrobado, con la barbilla descansando entre sus generosas ubres.- ¡Oh, Feliciano, eres un titán!,- Seré lo que tú quieras Otalina, pero ¡rezóngame como antes, anda, rezóngame, que me gusta!- ¡Ugg, ugg, Feliciano!- ¡Así, así, rezóngame, Otalina, rezóngame siempre! Texto: Pilar AguarónNarración: La Voz Silenciosapuertas sillas hosteleria mobiliario hosteleria calderas precios calderas