Han llovido e-mails por los parones en el blog. Os pido disculpas, agradezco vuestro interés y os debo una explicación: tras la gira de verano y la producción del CD Poesía en resistencia, de Zapata acabé agotada. Hoy, al consultar mi diario para seguir contando la trayectoria de El Cabrero, concluyo que la edad pesa, que me he hecho mayor y no puedo ni con la mitad de lo que llevaba a principios de 1983, donde dejé aparcada esta historia.[i]
Tras su puesta en libertad José compró más cabras, “por si me tengo que retirar del cante tener otros recursos”, y reunió unas 500 cabezas. Pero tenía cerrados más de cien conciertos y eso suponía dejar “las niñas”[ii] a cargo de otros buena parte del año. Se trajo dos cabreros de Aznalcóllar y uno, ya mayor, de Vélez-Málaga y a mí me pareció excesivo: “este piarón, sin estar yo, no lo pueden llevar sólo dos cabreros porque no van a tener tiempo ni de respirar y yo no quiero esclavos”. Tenía razón: ni estando los cuatro daban a basto, de sol a sol. Yo ayudaba en lo que podía: llevar el Land Rover cargado de cántaras de leche cada mañana a la central de Los Palacios o Dos Hermanas pueblo y atender a los tres cabreros, que almorzaban en el campo y cenaban en casa. Con tres niños de 3, 6 y 8 años no sé de dónde sacaba tiempo y energía para llevar la carrera de José y, sobre todo, para montar los discos que se hicieron entre 1980 y 1984.
Foto de la época, publicada por Área Crítica, con nuestro hijo Emiliano – hoy Zapata de nombre de guerra
Todas las grabaciones, hasta ahora, han seguido el mismo proceso: José decide el guitarrista y los estilos de cante, yo hago una primera selección de letras inéditas, con temática y métrica compatibles con los cantes elegidos, y él hace la trilla final. Todo lo demás, títulos y contenido de la carpeta lo decidimos entre los dos y yo le doy cuerpo. A primera vista no supone gran dificultad pero, como José es extremadamente quisquilloso con los textos, resulta ser la parte más complicada de toda la producción. A veces hemos paralizado una grabación por un “no me acaba de gustar esta letra… hasta que no hagamos una que encaje bien, quieto parao”!
Pepe Carrasco[iii] se quejaba de eso en una entrevista a pie de festival: las letras que le gustan al Cabrero no las querría ningún cantaor y a él no le gustan las que me cantan tos los demás. No quiere que hablen de mujeres, ni de toros, ni de ferias, ni de santos… Los animales, el campo y su forma de pensar, su rebeldía… esas son las que le gustan.
Dale alas
Fueron Antonio Fortes [iv] y Sousa quienes lo animaron a grabar una antología del fandango de Huelva y creo que fue la producción más complicada en lo que a selección de letras se refiere. Las tradicionales eran tan buenas y auténticas que no encontrábamos las adecuadas para reemplazarlas. Carrasco le propuso más de cien y en nuestros archivos había otros tantos fandangos inéditos: “me suenan forasteras toas” nos repetía José, siempre acentuando ese toas que no dejaba lugar a dudas: Dale Alas tendría que ser escrito ad hoc y así se hizo.
Al pueblo de Andalucía, dale alas y volará. Que es un ave doloría, buscando la libertad que le han negao toa su vía…
Motivados por la variedad de matices y belleza de los cantes, en un par de semanas conseguimos los veinticuatro fandangos para 12 estilos diferentes y José y Sousa cuajaron un gran disco con el asesoramiento artístico de Fortes.
Varias veces, a lo largo de su carrera, le han propuesto grabar una antología del cante. Siempre se ha negado y yo sé por qué desde que comenzamos los ensayos de Dale alas: al enfrentarse a fandangos de carácter más liviano o cercanos al folklore que otros, como el de los Montes de San Benito, surgía siempre el mismo debate y paréntesis en la producción: “esto de las antologías no va conmigo porque, si la haces, tiene que entrar el fandango que te llama y el que no va con tu personalidad…” Luego sucedió como con el de Calañas que, a fuerza de cantarlo, lo adoptó. Por el contrario, el fandango de Mª la Conejilla, inédito hasta entonces, como el de Los Mtes de San Benito, lo atrajo desde el primer momento por su fuerte sabor alosnero.
Magnífica portada de Emilio Sáenz y presentación de Onofre López, querido amigo recientemente fallecido:
“… El Cabrero es un cantaor recio; a veces dulce, a veces dramático, poseedor de una fibra sensitiva que raya en la más ortodoxa de las honduras, su cante “duele” como duele todo lo que traspasa la piel.
En su amplia gama discográfica se va notando el progreso de los que estudian. De los que van ganándole terreno a esa difícil amalgama musical que contiene el arte flamenco.
Siempre se ha dicho que para cantar “por Huelva” es absolutamente necesario haber nacido en el terruño. El “aire de Huelva” hay que beberlo en la tierra misma. Pero el aire se mueve de una parte a otra y llega, tierra adentro, hasta un pueblecito de la provincia de Sevilla llamado Aznalcóllar, tierra natal de El Cabrero. Y allí, entre minas y jarales, entre surcos y arboledas, entre riscos y olivares se va gestando estos Aires de Huelva que ustedes tienen en sus manos.
En un puro y noble desafío, la voz de El Cabrero, recorre desde la marisma a la sierra haciendo un alto en el Andévalo, con una autenticidad musical, con una pureza tan exquisita, que colma, en grado sumo, al más exigente de los aficionados.
Con los fandangos por estilos de Huelva, Montes de San Benito – muy poco oídos – como los alosneros de María la Conejilla, Antonio Abad, José Ramírez Correa, así como los del moguereño Pepe Rebollo y los representativos de los pueblos de Cabezas Rubias, Almonaster, Valverde, Encinasola, El Cerro Andévalo y Calañas, con la extraordinaria música y compás de Antonio Sousa, se inicia aquí una Antología de los Cantes de Huelva donde, con personal estilo y el debido respeto a la “Cuna del fandango”, José El Cabrero dice: Estos son mis poderes”.
[i] ¿Sabes que no había ningún rico entre los presos?
[ii]Así llama cariñosamente a sus cabras
[iii]José Carrasco escribía para prácticamente todos los cantaores flamencos en activo
[iv] Fortes, gran amigo, era un enorme aficionado y un verdadero erudito en los estilos onubenses y alosneros.
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